viernes, 27 de mayo de 2011

Tejiendo puentes entre entre el cielo y la tierra


Posiblemente, una de las más bellas estampas cuyos acompasados y nobles movimientos sólo pueden ser captados y definidos por imprecisos trazos como los de Rodin o de Marée. Desde tiempos inmemoriales, el caballo trota sobre el lienzo de los sueños del hombre; sobre otros lienzos de otro tipo de sueños, acude a él con los ojos abiertos. Así nace el caballo de la tierra, durante la noche: ser tónico, negro, maléfico. Al despertar, se dirige al cielo, durante el día: ser celeste, blanco, benéfico. Ambivalencia total. Asociado al fuego, al agua, al aire, al sol, a la luna. Es la imagen perfecta del inconsciente galopando por el mundo de los deseos. El caballo es montura y destino. Guía en la oscuridad cuando el jinete duerme; es simple cabalgadura cuando el jinete ve. Sustituto de carencias. El caballo despierta la imaginación y también la naturaleza: símbolo de vida y regeneración.Se mueve en la horizontal del pensamiento y la emociones, cabalgando sobre esa linea, nos lleva desdse la profundidad de nuestro espiritu hacía nuestra realidad corporea. Tal vez por eso el caballo es el rostro más perfecto del símbolo. Lo positivo y lo negativo, la vida y la muerte, el todo y la nada, lo celeste y lo terrestre, galopan unidos sobre el caballo blanco/negro del tiempo preciso/implacable.