Mi Abuelo fue un constructor de
Puentes, tenía unos brazos enormes y largos capaces de rodear un tronco de
árbol, levantarlo y tenderlo sobre un río. Siempre anduvo en eso, aunque fue
hombre de múltiples oficios, aquel más destacado o que al menos yo más
recuerdo, de entre todos los recuerdos es ese. Lo descubrí una mañana, más bien
cercano al mediodía, al cruzar un viejo puente de grandes troncos, mi Madre me
lo dijo: - Este puente lo hizo tu Abuelo. – En virtud de cierta habilidad para
soñar despierto que poseo, ver e imaginar a mi abuelo, cortando los maderos y
levantándolos para cruzarlos sobre el río manso que serpenteaba por entre
bosques de pinos, comunicando un lugar con otro, a unas gentes con otras
gentes, fue solo un pestañeo. Y me pareció impresionante emprender una misión
tan importante como esa.
Siempre he pensado que no tengo
buena memoria, lo que tengo son buenos recuerdos y este es uno de ellos, pero
no me percate hasta hoy la importancia de un recuerdo como este, de lo vital
que podría ser tenerlo guardado en algún rincón de mi ser, aparentemente
olvidado, pero influyendo en cada paso que emprendía, definiendo cada acción
decidida en mi vida. No creo en el destino, en lo que sí, creo es que cada cual
tiene una misión, que junto con nuestros aprendizajes, existen tareas que
debemos resolver en algún momento de nuestra existencia, si no es en esta vida
será en la siguiente. Por ello nacemos dentro de una determinada familia y el universo
o la vida en último caso, nos va colocando frente a distintas personas que nos
van entregando una pieza del puzle. Algunos se dan cuenta luego de cuáles son
esas tareas, a otros nos cuesta más y deambulamos por ahí medios perdidos, pero
siempre el universo vuelve a restablecer la sinergia y organiza el caos que
armamos, siempre se restablecen los ritos primordiales. Siempre habrá alguien
que vendrá como un ángel a bendecirte con una parte de la verdad e indicarte el
camino y es que en cada paso, si somos buenos observadores, si nos damos el
tiempo, si nos permitimos el espacio en nuestra agitada vida, encontraremos las
señales que nos guíen. Estas se presentan como situaciones, oportunidades,
personas, imágenes, gestos que debemos permitirnos que nos afecten, solo así
descubrimos lo que somos.
Existen creadores, artistas
inventores, educadores, realizadores, reparadores, lideres y liderados, cada
cual con una función vital, importante irrenunciable dentro de este gran
sistema humano. Sin duda que el mundo sería tan distinto si cada cual hiciera
su parte, ni más ni menos, hacer lo que tiene que hacer, solo eso, pero hacerlo
con propiedad y bien.
Me di cuenta que tal vez no vaya
a inventar algo, pues tan creativo no soy, tanto talento no tengo, pero lo que
si se me da bien es cierta capacidad para unir, juntar, para entender algunas
conexiones entre cosas y casos, tejer un puente entre una y otra cosa. Pero
estos últimos días entendí el recuerdo de ‘’construir puentes’’. Es entonces
tejer un puente entre realidades humanas que se observan desde miradas
distintas aunque estén en una misma familia. Entre el caballo y su jinete,
entre ese niño observado desde la discapacidad de incorporar una realidad
distinta y el mundo, un mundo que le observa y que a su vez es observado.
Mi Abuelo me ha dejado un legado
y que hoy recién lo he abierto con propiedad, es que en el país de los
pimientos que es donde desarrollo mi oficio ancestral, y del cual ya les he
contado, todos los puentes son posibles, para conectar todas las posibles
realidades.
¿Pero que tiene que ver esto de
“construir puentes’’ con los caballos? Ellos son los manifestadores del viaje.
El caballo es quien nos permite viajar a través de este puente entre distintas
realidades, dentro de su nobleza este ser casi mágico nos posibilita la
conexión entre una subjetividad y otra.
Resulta que cada ser es una
realidad en sí, un mundo de posibilidades en desarrollo, dentro de una
retícula, como una telaraña, una realidad personal que se relaciona con otras
realidades personales configurando un mundo tejido como un gran telar. Pero
cada realidad es única, valida y legitima en cuanto a ser una realidad en sí
misma, es en su distinción donde se
fundamenta su legitimidad y esta distinción solo es posible en el observar de
otra realidad que le observa, por tanto las distinciones que hacemos respecto
de las realidades que observamos son
distinguidas y caracterizadas desde la perspectiva de nuestro observar y tienen
sentido y significado justamente dentro de ese mismo observar, es en nuestra
mirada que la otra realidad adquiere ciertas características que estarán
determinadas por nuestra experiencia. Es en el espacio de nuestras relaciones
donde una determinada realidad personal es de tal o cual manera. Es desde el
observar de un humano que una mariposa es más bella que una araña, por dar un
ejemplo. Esta distinción no aparece como una condición de ser de la realidad personal,
sino como una característica de su corporeidad en cuanto realidad, que se hace
evidente en el resultado de la interacción de esta con el entorno conformado en
el marco de nuestras relaciones.
En la medida que ese observar se
hace más formal y las distinciones que surgen en ese observar adquieren rasgos
definitorios y concluyentes, como podría ser, por ejemplo, una clasificación
científica, las realidades personales tienden a excluirse, pero básicamente a
negarse como realidades legítimas, coexistentes y en relación dentro de ese
gran telar. Esto se verifica finalmente en que muchas de las realidades
personales que interactúan dentro del espacio de las relaciones humanas
aparecen categorizadas y circunscritas a definiciones subjetivas que surgen
desde quien observa y cuando este observar se concreta en el lenguaje que signa
y define categorías representativas de cada realidad, el distanciamiento puede
ser abismante, determinando incluso las posibilidades de desarrollo y evolución
de aquella realidad personal que es observada. Es aquí donde surge la necesidad
de construir puentes entre las realidades que conviven en el espacio de las
relaciones humanas y en tal sentido el caballo es un agente crucial en esta
tarea, al relacionarse con ellos, desde el respeto y el afecto. Para comprender al caballo debemos aprender a
escucharlo. Son seres increíblemente inteligentes, sensibles y espirituales, a
los cuales el hombre debe gran parte de su historia. El verdadero control viene
de una correcta educación, tanto del jinete como del caballo. Es en este marco
de coexistencia, de reciprocidad y de reconocimiento, donde el caballo nos
conduce por un puente que es construido por el terapeuta en colaboración y
conjuntamente, tanto con jinete y caballo. En este viaje el caballo nos guía en
la adquisición de distintas competencias que van cambiando las miradas de
quienes observan las realidades que conforman jinete y caballo, en este sentido
el puente que se construye es aquello que une y legitima cada realidad personal
con aquella realidad que observa. Es entonces el trabajo ecuestre, la labor
formativa asistida por caballos desde una mirada respetuosa y amorosa, la que genera
ciertos cambios cognitivos, tanto del usuario de la actividad ecuestre como de
quien observa dicha actividad y dicho operar de la triada formada por jinete –
caballo – terapeuta.
La mirada respetuosa y amorosa
solo se da en el amar, el amar es el dominio de las conductas que se dan en el
espacio de las relaciones humanas como un modo de convivir humano y hace
referencia a la necesidad de apasionarse
con algo, a las emociones, la intuición, el deseo de unión, los sentimientos internos,
la trascendencia, los afectos, la capacidad de entrega, el esmerarse por algo,
la voluntad, el consentimiento, el reconocimiento de los otros como legítimos
otros, el cariño, el desarrollo del tacto y los afectos, los mimos, la
autoestima, la capacidad de acompañar sin manipular, la amistad, el
enamoramiento, la mística, la capacidad de pensar con el corazón. Nacemos en la
confianza, el bebe se entrega y depende de los adultos que le cuidan, por lo
tanto la mayoría de nosotros nacemos en un estado de confianza, se nace amoroso
y se conserva el vivir en el amar solo si se convive con adultos amorosos en el
dominio del amar. La consolidación del
Amar, será posible en la medida en que se consiga por una lado, la comprensión
del amar como el reconocimiento de la interrelación de las distintas realidades
que conforman el espacio de las relaciones humanas, de los otros como legítimos
otros en coexistencia con uno, por la aceptación de una identidad propia, en síntesis,
cuando se hayan alcanzado la correspondencia entre las relaciones humanas en la
cotidianidad que recreen la coherencia y el sentido del marco donde el modo de
establecer las relaciones entre personas sea en el respeto y auxilio mutuo en
el fluir del amar.
Construir puentes es
entonces rehabilitar aquellas redes de relaciones que están pero que no han
sido habilitadas, la realidad misma es un
manto de posibilidades en un entretejido de saberes y aconteceres
interrelacionados; la relación es la verdadera sustancia; todo es relación; la
red de nexos y vínculos es vital. En el espacio o mejor dicho en el vacío de
las circunstancias, están todas las posibilidades posibles para que todo
acontezca. Por ello es que somos seres decisionales, en nuestro observar
determinamos la ocurrencia de alguna de aquellas posibilidades posibles, es
nuestra experiencia (patrones culturales, emociones, recuerdos, pensamientos)
la que fija los parámetros que definirán nuestra realidad, es decir escogemos
la realidad que vivimos. El tomar buenas decisiones, entonces será determinante
para nuestro bienestar. Para que esto ocurra es necesario favorecer por un
lado, el desarrollo de las habilidades y capacidades del usuario (jinete) para
que adquiera ciertas competencias que le permitan una determinada autonomía, un
adecuado nivel de adaptación, mejores opciones de integración e importantes
rangos de operatividad en los distintos dominios de existencia de su habitar. Y
por otro lado, generar las condiciones de aceptación de la otra parte, la otra
realidad en cuestión, constatando las posibilidades de desarrollo en virtud de
favorecer la expresión del usuario como una realidad posible y plena. En mi
experiencia he podido conocer el caso, de unos Padres preocupados, que desde su
observar, y recalco, desde su observar, el hijo es limitado en su desarrollo neurológico y por ello su
motricidad es reducida, están tan convencidos de eso que se desviven y
deambulan de un lado otro buscando la mejor terapia, pero siempre mirando desde
la inhabilidad, desde aquello que falta. A tanto llega esto, que pareciera que
mi jinete en cuestión se ha ido convenciendo e incorporando esta
“característica” a su realidad personal. Sin duda que es posible que su
corporeidad sea muy distinta que la de otro niño o niña de su edad, pero aquí
vuelvo a recalcar que esto solo sucede desde el punto de vista de quien observa
esa realidad. Es dentro del espacio de cierto tipo de relaciones humanas que allí
podría haber una minusvalía. Distinto es si pensamos que esa realidad es una
realidad en sí misma con un modo de expresión y funcionalidad propia y que sus
inconvenientes de operatividad surgen en la interacción con ciertas
expectativas que el entorno ofrece en el espacio de las relaciones humanas.
En Caballos Terapeutas construimos
puentes para unir dos realidades distintas y que desde la perspectiva del
personal observar de cada una, perecieran estar muy lejos una de otra aunque
compartan los mismos espacios físicos, sociales y culturales. Es así como
nuestro jinete en cuestión, desde su realidad, desde las habilidades que ya
posee ha ido creciendo y desarrollándose, como así también sus padres al
modificar su observar han empezado a entender el juego que significa el
desarrollo humano y el crecimiento personal asistidos por caballos. Construir
un puente significa entonces re-unir, re-ligar, re-establecer los contactos
entre dos subjetividades a través de la creación de un espacio de
intersubjetividad, generando una nueva realidad, que es co-construida a partir de
la existencia de este puente.
Nuestra tarea ahora es diseñar un
puente que acerque a nuestro jinete a otras realidades operantes en nuestro
espacio de relaciones, que vaya procurando un nuevo habitar en los distintos
dominios de existencias del convivir humano. En esta tarea he diseñado un
modelo de intervención de cuatro fases o etapas que organizan un conjunto de
actividades que de manera secuenciada y progresiva va conduciendo al usuario o jinete hacia ciertas mejoras funcionales
neurológicas, motrices, emocionales y sociales.