viernes, 24 de agosto de 2012

El Oficio de Constructor de Puentes


Mi Abuelo fue un constructor de Puentes, tenía unos brazos enormes y largos capaces de rodear un tronco de árbol, levantarlo y tenderlo sobre un río. Siempre anduvo en eso, aunque fue hombre de múltiples oficios, aquel más destacado o que al menos yo más recuerdo, de entre todos los recuerdos es ese. Lo descubrí una mañana, más bien cercano al mediodía, al cruzar un viejo puente de grandes troncos, mi Madre me lo dijo: - Este puente lo hizo tu Abuelo. – En virtud de cierta habilidad para soñar despierto que poseo, ver e imaginar a mi abuelo, cortando los maderos y levantándolos para cruzarlos sobre el río manso que serpenteaba por entre bosques de pinos, comunicando un lugar con otro, a unas gentes con otras gentes, fue solo un pestañeo. Y me pareció impresionante emprender una misión tan importante como esa.
Siempre he pensado que no tengo buena memoria, lo que tengo son buenos recuerdos y este es uno de ellos, pero no me percate hasta hoy la importancia de un recuerdo como este, de lo vital que podría ser tenerlo guardado en algún rincón de mi ser, aparentemente olvidado, pero influyendo en cada paso que emprendía, definiendo cada acción decidida en mi vida. No creo en el destino, en lo que sí, creo es que cada cual tiene una misión, que junto con nuestros aprendizajes, existen tareas que debemos resolver en algún momento de nuestra existencia, si no es en esta vida será en la siguiente. Por ello nacemos dentro de una determinada familia y el universo o la vida en último caso, nos va colocando frente a distintas personas que nos van entregando una pieza del puzle. Algunos se dan cuenta luego de cuáles son esas tareas, a otros nos cuesta más y deambulamos por ahí medios perdidos, pero siempre el universo vuelve a restablecer la sinergia y organiza el caos que armamos, siempre se restablecen los ritos primordiales. Siempre habrá alguien que vendrá como un ángel a bendecirte con una parte de la verdad e indicarte el camino y es que en cada paso, si somos buenos observadores, si nos damos el tiempo, si nos permitimos el espacio en nuestra agitada vida, encontraremos las señales que nos guíen. Estas se presentan como situaciones, oportunidades, personas, imágenes, gestos que debemos permitirnos que nos afecten, solo así descubrimos lo que somos.
Existen creadores, artistas inventores, educadores, realizadores, reparadores, lideres y liderados, cada cual con una función vital, importante irrenunciable dentro de este gran sistema humano. Sin duda que el mundo sería tan distinto si cada cual hiciera su parte, ni más ni menos, hacer lo que tiene que hacer, solo eso, pero hacerlo con propiedad y bien.
Me di cuenta que tal vez no vaya a inventar algo, pues tan creativo no soy, tanto talento no tengo, pero lo que si se me da bien es cierta capacidad para unir, juntar, para entender algunas conexiones entre cosas y casos, tejer un puente entre una y otra cosa. Pero estos últimos días entendí el recuerdo de ‘’construir puentes’’. Es entonces tejer un puente entre realidades humanas que se observan desde miradas distintas aunque estén en una misma familia. Entre el caballo y su jinete, entre ese niño observado desde la discapacidad de incorporar una realidad distinta y el mundo, un mundo que le observa y que a su vez es observado.
Mi Abuelo me ha dejado un legado y que hoy recién lo he abierto con propiedad, es que en el país de los pimientos que es donde desarrollo mi oficio ancestral, y del cual ya les he contado, todos los puentes son posibles, para conectar todas las posibles realidades.

¿Pero que tiene que ver esto de “construir puentes’’ con los caballos? Ellos son los manifestadores del viaje. El caballo es quien nos permite viajar a través de este puente entre distintas realidades, dentro de su nobleza este ser casi mágico nos posibilita la conexión entre una subjetividad y otra.
Resulta que cada ser es una realidad en sí, un mundo de posibilidades en desarrollo, dentro de una retícula, como una telaraña, una realidad personal que se relaciona con otras realidades personales configurando un mundo tejido como un gran telar. Pero cada realidad es única, valida y legitima en cuanto a ser una realidad en sí misma, es en su distinción  donde se fundamenta su legitimidad y esta distinción solo es posible en el observar de otra realidad que le observa, por tanto las distinciones que hacemos respecto de las realidades que observamos  son distinguidas y caracterizadas desde la perspectiva de nuestro observar y tienen sentido y significado justamente dentro de ese mismo observar, es en nuestra mirada que la otra realidad adquiere ciertas características que estarán determinadas por nuestra experiencia. Es en el espacio de nuestras relaciones donde una determinada realidad personal es de tal o cual manera. Es desde el observar de un humano que una mariposa es más bella que una araña, por dar un ejemplo. Esta distinción no aparece como una condición de ser de la realidad personal, sino como una característica de su corporeidad en cuanto realidad, que se hace evidente en el resultado de la interacción de esta con el entorno conformado en el marco de nuestras relaciones.
En la medida que ese observar se hace más formal y las distinciones que surgen en ese observar adquieren rasgos definitorios y concluyentes, como podría ser, por ejemplo, una clasificación científica, las realidades personales tienden a excluirse, pero básicamente a negarse como realidades legítimas, coexistentes y en relación dentro de ese gran telar. Esto se verifica finalmente en que muchas de las realidades personales que interactúan dentro del espacio de las relaciones humanas aparecen categorizadas y circunscritas a definiciones subjetivas que surgen desde quien observa y cuando este observar se concreta en el lenguaje que signa y define categorías representativas de cada realidad, el distanciamiento puede ser abismante, determinando incluso las posibilidades de desarrollo y evolución de aquella realidad personal que es observada. Es aquí donde surge la necesidad de construir puentes entre las realidades que conviven en el espacio de las relaciones humanas y en tal sentido el caballo es un agente crucial en esta tarea, al relacionarse con ellos, desde el respeto y el afecto. Para comprender al caballo debemos aprender a escucharlo. Son seres increíblemente inteligentes, sensibles y espirituales, a los cuales el hombre debe gran parte de su historia. El verdadero control viene de una correcta educación, tanto del jinete como del caballo. Es en este marco de coexistencia, de reciprocidad y de reconocimiento, donde el caballo nos conduce por un puente que es construido por el terapeuta en colaboración y conjuntamente, tanto con jinete y caballo. En este viaje el caballo nos guía en la adquisición de distintas competencias que van cambiando las miradas de quienes observan las realidades que conforman jinete y caballo, en este sentido el puente que se construye es aquello que une y legitima cada realidad personal con aquella realidad que observa. Es entonces el trabajo ecuestre, la labor formativa asistida por caballos desde una mirada respetuosa y amorosa, la que genera ciertos cambios cognitivos, tanto del usuario de la actividad ecuestre como de quien observa dicha actividad y dicho operar de la triada formada por jinete – caballo – terapeuta.
La mirada respetuosa y amorosa solo se da en el amar, el amar es el dominio de las conductas que se dan en el espacio de las relaciones humanas como un modo de convivir humano y hace referencia a  la necesidad de apasionarse con algo, a las emociones, la intuición, el deseo de unión, los sentimientos internos, la trascendencia, los afectos, la capacidad de entrega, el esmerarse por algo, la voluntad, el consentimiento, el reconocimiento de los otros como legítimos otros, el cariño, el desarrollo del tacto y los afectos, los mimos, la autoestima, la capacidad de acompañar sin manipular, la amistad, el enamoramiento, la mística, la capacidad de pensar con el corazón. Nacemos en la confianza, el bebe se entrega y depende de los adultos que le cuidan, por lo tanto la mayoría de nosotros nacemos en un estado de confianza, se nace amoroso y se conserva el vivir en el amar solo si se convive con adultos amorosos en el dominio del amar.  La consolidación del Amar, será posible en la medida en que se consiga por una lado, la comprensión del amar como el reconocimiento de la interrelación de las distintas realidades que conforman el espacio de las relaciones humanas, de los otros como legítimos otros en coexistencia con uno, por la aceptación de una identidad propia, en síntesis, cuando se hayan alcanzado la correspondencia entre las relaciones humanas en la cotidianidad que recreen la coherencia y el sentido del marco donde el modo de establecer las relaciones entre personas sea en el respeto y auxilio mutuo en el fluir del amar.
Construir puentes es entonces rehabilitar aquellas redes de relaciones que están pero que no han sido habilitadas,  la realidad misma es un manto de posibilidades en un entretejido de saberes y aconteceres interrelacionados; la relación es la verdadera sustancia; todo es relación; la red de nexos y vínculos es vital. En el espacio o mejor dicho en el vacío de las circunstancias, están todas las posibilidades posibles para que todo acontezca. Por ello es que somos seres decisionales, en nuestro observar determinamos la ocurrencia de alguna de aquellas posibilidades posibles, es nuestra experiencia (patrones culturales, emociones, recuerdos, pensamientos) la que fija los parámetros que definirán nuestra realidad, es decir escogemos la realidad que vivimos. El tomar buenas decisiones, entonces será determinante para nuestro bienestar. Para que esto ocurra es necesario favorecer por un lado, el desarrollo de las habilidades y capacidades del usuario (jinete) para que adquiera ciertas competencias que le permitan una determinada autonomía, un adecuado nivel de adaptación, mejores opciones de integración e importantes rangos de operatividad en los distintos dominios de existencia de su habitar. Y por otro lado, generar las condiciones de aceptación de la otra parte, la otra realidad en cuestión, constatando las posibilidades de desarrollo en virtud de favorecer la expresión del usuario como una realidad posible y plena. En mi experiencia he podido conocer el caso, de unos Padres preocupados, que desde su observar, y recalco, desde su observar, el hijo es limitado  en su desarrollo neurológico y por ello su motricidad es reducida, están tan convencidos de eso que se desviven y deambulan de un lado otro buscando la mejor terapia, pero siempre mirando desde la inhabilidad, desde aquello que falta. A tanto llega esto, que pareciera que mi jinete en cuestión se ha ido convenciendo e incorporando esta “característica” a su realidad personal. Sin duda que es posible que su corporeidad sea muy distinta que la de otro niño o niña de su edad, pero aquí vuelvo a recalcar que esto solo sucede desde el punto de vista de quien observa esa realidad. Es dentro del espacio de cierto tipo de relaciones humanas que allí podría haber una minusvalía. Distinto es si pensamos que esa realidad es una realidad en sí misma con un modo de expresión y funcionalidad propia y que sus inconvenientes de operatividad surgen en la interacción con ciertas expectativas que el entorno ofrece en el espacio de las relaciones humanas.
En Caballos Terapeutas  construimos puentes para unir dos realidades distintas y que desde la perspectiva del personal observar de cada una, perecieran estar muy lejos una de otra aunque compartan los mismos espacios físicos, sociales y culturales. Es así como nuestro jinete en cuestión, desde su realidad, desde las habilidades que ya posee ha ido creciendo y desarrollándose, como así también sus padres al modificar su observar han empezado a entender el juego que significa el desarrollo humano y el crecimiento personal asistidos por caballos. Construir un puente significa entonces re-unir, re-ligar, re-establecer los contactos entre dos subjetividades a través de la creación de un espacio de intersubjetividad, generando una nueva realidad, que es co-construida a partir de la existencia de este puente.
Nuestra tarea ahora es diseñar un puente que acerque a nuestro jinete a otras realidades operantes en nuestro espacio de relaciones, que vaya procurando un nuevo habitar en los distintos dominios de existencias del convivir humano. En esta tarea he diseñado un modelo de intervención de cuatro fases o etapas que organizan un conjunto de actividades que de manera secuenciada y progresiva va conduciendo al  usuario o jinete hacia ciertas mejoras funcionales neurológicas, motrices, emocionales y sociales.