viernes, 17 de agosto de 2012

EL PAÍS DE LOS PIMIENTOS





El País de los Pimientos. Este es un espacio que se construye dentro del marco y los conceptos de un modo de establecer nuestra relación con  los caballos que denominaremos por ahora, ‘’El sendero de los caballos’’, este espacio es la conformación de  una  realidad que se construye a partir de un intercambio de intersubjetividades de aquellos que están involucrados en este juego, es decir, alumno, profesor y caballo o usuario, caballo y terapeuta, cada uno aporta elementos que se conjugan, dentro de este espacio sagrado y que finalmente conforman un lugar, en donde se desarrollan las actividades ecuestres y terapéuticas.

El espacio sagrado tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y de hacerlo diferente, estos espacios se revisten de signos, códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar, la orientación, las formas, las posiciones, las conductas, revelando las dinámicas y los procesos de comunicación que mantienen con otros espacios sagrados, los cuales proveen el equilibrio necesario para la subsistencia de los individuos o grupos, esta perspectiva de espacio sagrado corresponde a la realidad terrenal, desde donde se vinculan con otros mundos, el mundo de la forma se alimenta de las deidades y del inframundo para mantener el equilibrio natural.

El paisaje sagrado está pleno de contenidos simbólicos y significados, que conforman un entorno natural y humano, que ha permanecido históricamente dentro de los parámetros ancestrales donde se insertan formas actuales que se integran al territorio generando conceptos de desarrollo alternativos a las manifestadas hasta la actualidad.

Estoy convencido de que guardamos patrones comportamentales y culturales que, tal huella genética, heredamos de nuestros antepasados y permanecen en nosotros, en un estado latente a la espera del proceso, situación o acontecimiento que los despierte y los traiga al presente. A partir de esto subyace en nosotros un concepto de territorialidad sagrada que nos conecta con otros territorios, con otras realidades cuya singularidad y diversidad nos permite nuestra propia singularidad y diversidad, nos permite ser y estar.  Pensando en esta idea es que “El País de los Pimientos” surge como un terreno en donde es posible que nuestra singularidad y diversidad, quede soslayada como un rasgo de nuestra particularidad y no como una condición ante el observador, que habita y observa dentro de ese mismo espacio sagrado.

Este espacio es sagrado, en cuanto que esta sacralidad está dada por ser un espacio del cual se entra y se sale para la práctica de ciertos ritos y tareas que buscan reunir en torno a una actividad que nos involucra espiritual, emocional, mental y físicamente, es decir nos involucra integralmente como seres humanos. Esta territorialidad es simbólica y cultural que se va construyendo y llenando por decirlo de una forma, poco a poco en la medida que los participantes van aportando distintos elementos, en algunos casos la riqueza de este espacio está determinada por la imaginación principalmente de los niños o usuarios dentro de un espacio de convivencia y aceptación incondicional, en donde las cosas no son buenas o malas a lo más pueden ser erróneas y por lo tanto susceptibles de mejorar siempre. Es un espacio de confianza y auxilio mutuo, de calidez y acogida siempre, es un lugar para el bien-estar.

La propuesta se orienta hacia la generación de un espacio de carácter intersubjetivo alternativo para la co-construcción teórica, reflexiva, práctica y compleja que facilite la comprensión del entorno global y personal, articulando las diversas racionalidades y cosmovisiones presentes en los diferentes dominios de existencia de los involucrados. Se trata de crear espacios de diálogo, reflexión, debate y co-construcción, que permitan una nueva condición del saber, del saber hacer, del saber ser y del saber estar, sin que se repliquen las relaciones de poder asimétricas que han primado hasta el momento.

La persona, el usuario, dentro de este espacio es, SER - ESTAR - HACER al mismo tiempo y su vivencia tiene lugar dentro de un universo vivo, en el cual no hay nada inerte, por eso el  habla con la tierra, con el sol, las plantas, los animales, la luna, las piedras, el cosmos. En este espacio todo es posible. Esta realidad  que podría considerarse “imaginada”, "soñada", es por sobretodo "vivenciada" en cuanto acontece dentro de un espacio atemporal pero, que está circunscrito a un lugar físico determinado; la realidad está presente en forma simbólica, más que en forma representativa o conceptual. La realidad es soñada y a través del sueño es recreada, revelada, co-construida. Esta co-construcción de la realidad se da en lo festivo-celebrativo, en donde se hace más intensa, más vital, más vivencial y esto lo posibilita el juego y el rito que ello implica.

Lo primordial aquí es entender y asumir esto, como una forma de comprensión del mundo, como una nueva forma de racionalidad, una que reconozca,  que dentro de este lugar sagrado, la realidad surge de la interrelación de los elementos que la componen y los agentes que la co-construyen. Esta racionalidad no separa, no fragmenta, no mutila la realidad; la relación sujeto-objeto es inseparable, ambos son co-constructores de realidad. La realidad desde esta cosmovisión no es ni lógica ni lingüística, es ante todo simbólicamente presente, el símbolo predilecto es la realidad misma que se muestra como un complejo de signos concretos y materiales que se refieren mutuamente unos a otros. Dentro de este espacio todos podemos ser y eso es vivificador, tanto como experiencia vivida y compartida, como experiencia co-construida.

La racionalidad, desde esta mirada privilegia más los sentidos "no visuales": el tacto, el olfato, el oído, el gusto; entre ellos el tacto es el privilegiado; por eso es que el usuario "escucha la tierra, el paisaje, el cielo", siente la realidad; se comunica con el caballo, desde la proximidad de la caricia de su mano o con el cepillo de limpieza. No se ordena, se solicita, se pide colaboración y se pide permiso para actuar. Es una racionalidad emocional-afectiva (de corazón), el usuario piensa con el corazón y comprende a la realidad como interrelación, como tejido en conjunto y no como fragmentos a ser reificados según una cierta lógica lineal.

Conocer algo desde la racionalidad propuesta significa realizarlo celebrativa, cósmica y simbólicamente; se trata de una comprensión espacio-temporal al mismo tiempo: las categorías temporales no son pasado, presente y futuro, sino antes y después sostenidos por un espacio fuerte del aquí y el ahora, el "poder del ahora"; antes y después están co-presentes. Se plantea una noción de tiempo helicoidal, cíclico, por tanto lo que acaba da inicio a lo que comienza, se funde un antes en el futuro con un antes en el pasado. El futuro no es algo que viene y el pasado no es algo que se acumula detrás, en esa circularidad, es más bien el usuario quien viene del futuro y va hacia el pasado. Esto está dado por la circularidad del espacio diseñado, trabajar sobre el circulo, es como transitar o dibujar un mándala, existen puntos por los cuales pasamos varias veces y en los cuales podemos corregir la ejecución de nuestras tareas, pues nos movemos en un tiempo circular y en un espacio que es espiral. Desde esta racionalidad el tiempo-espacio es multidireccional;  antes y después, el futuro está detrás y pasado delante.

La racionalidad que aquí propongo a diferencia de otras cuya base de generación del conocimiento y de forma de organización del mismo es totalmente fragmentaria y mutilante, es una racionalidad fundamentalmente relacional y vivencial; el "mito fundante" es el de la relacionalidad vivencial y no el del orden.

La relacionalidad se da en el marco de una cosmovisión de carácter múltiple, esto es en el seno de una unidad entendida como diversa, son los tejidos en conjunto, recíprocamente vinculados que se entretejen ellos mismos; es una percepción relacional en la cual todos los elementos están integrados, articulados, interconectados. El arjé, el principio es la relación, el ser, el ethos es la relación o mejor dicho la relacionalidad es el todo, se trata de una red de relaciones, de un   permanente en-redarse, de un tejido relacional, de una concentración relacional.

Ahora bien dentro de este enfoque de la realidad que se construye en este espacio sagrado o espacio de intersubjetividad, tenemos que concluir que esto es pensado como “… un cierto 'modo de concebir la realidad', una 'manera característica de interpretar la experiencia vivencial', un 'modo englobante de entender los fenómenos', un 'esquema de pensar', una 'forma de conceptualizar nuestras vivencias', un 'modelo (paradigma) de (re) presentar el mundo’’’ que nos permite posibilitar la expresividad profunda de contenidos cognitivos, emocionales y afectivos que se traducirán en formas de realización motriz.

La relacionalidad es entonces de carácter hologramático e implica: reciprocidad, complementariedad y correspondencia.

Son las relaciones de convivencia entre las personas las que fundan este espacio educativo - terapéutico. Es a instancias de la generación de este espacio relacional humano que se pueden integrar dimensiones de contenido técnico o metodológicas, siempre secundarias e instrumentales, en el uso que de las mismas hacen las propias personas, siendo estas quienes deciden, según sus deseos y preferencias, el sentido y la validez que han de tener dichas dimensiones.

Me queda la impresión que en muchas de nuestras prácticas terapéutico – docentes tendemos a transformar los fundamentos técnicos en, un fin en sí mismo, perdiendo de vista que deben ser considerados medios, meras formas para el logro de ciertos determinados propósitos. La generación de un espacio como el propuesto, busca favorecer un encuentro y la habilitación de una red de nexos en donde los involucrados en el proceso vivan y convivan en el bien-estar que surge del moverse en una «autonomía reflexiva y de acción» que los hace naturalmente responsables, libres y éticos.  Hacer posible, a través de la realización y conservación de tal espacio, un encuentro humano en que uno mismo, el otro, la otra o lo otro resultan legítimos «otros» en convivencia con uno, ampliando los espacios de plasticidad conductual, es decir de modificación del comportamiento, de un modo de habitar, de estar y de transformación congruente con el mundo que la comunidad  trae a la mano en su vivir y convivir.

Los contenidos emocionales, afectivos, cognitivos, sociales y culturales que cada cual aporta, y me refiero al usuario, terapeuta e incluso caballo como agentes involucrados en el proceso terapéutico se ponen en juego dentro de este espacio, que es donde ocurre, sucede o acontece una realidad distinta a la realidad personal o subjetiva que cada cual sostiene en su propio vivir, esta realidad se da en un convivir que es transicional entre la realidad objetiva o convencional y la realidad subjetiva o personal, no es ni una ni otra sin embargo es tanto una como otra conformando el constructo de una realidad nueva, que se expresa en una temporalidad distinta, anteriormente hablaba de un espacio atemporal, pero es más preciso hablar de un tiempo diferente que sucede en el presente, un presente continuo y cambiante en tiempo cero, que podemos describirlo como un siendo o sucediendo, es allí  donde somos, en una libertad y autonomía que solo es posible en un espacio de convivencia acordada en el respeto y la legitimidad.  Es en esa libertad que esta comprensión de desarrollo humano asistido por caballos queda configurada como una invitación a ver que todo el vivir humano ocurre como tal en las relaciones humanas en la continua creación de mundos, y que pueda transferirse en el simple convivir. A través de la generación de este círculo sagrado es posible construir una racionalidad nueva que explique y describa desde la experiencia, una realidad también nueva, en donde el ser se afiance, crezca y se desarrolle y desde allí pueda manifestarse en el vivir, y desde la comprensión del vivir y del convivir, pueda transferirse a otros dominios de existencias, a otros ámbitos del quehacer humano, ver que la realidad pertenece al explicar del vivir y el convivir humanos.

La construcción del “País de los Pimientos” se debe a la intención de poder establecer un lugar donde conjuntamente con uno de los usuarios de caballos terapeutas, portador de trastorno generalizado del desarrollo, conformar una zona de encuentro. Estimulado por algunas lecturas de Winnicott, es que me di a la tarea de buscar la fórmula que lo permitiera. La existencia de un corral circular me dio la idea de un espacio mandálico, que debíamos ir llenando con todos aquellos elementos que nosotros consideráramos   pertinentes o necesarios, dicho espacio estaba rodeado de montañas, plantas, aves, mariposas, caballos, curiosamente los humanos aparecimos tardíamente. Repasando una tarde, en una de las sesiones, lo que ya había dentro de este espacio, es que descubrimos que los árboles que rodeaban este corral circular eran casi todos “Pimientos”. Así surge el nombre, cuando este usuario en cuestión me dice – ‘’ que esto parece el país de los pimientos’’ y sobre el lomo de nuestro caballo recorrimos este país cruzando ríos, atravesando laberintos (conos y banderolas). Descubrimos al caballo con sus distintos estados de ánimo, su lenguaje corporal, siempre había algo nuevo que aprender. Al tiempo después los contenidos que se aportaban en ese país, fueron situaciones de colegio, de familia, de la imaginación, recuerdos, conocimientos, que eran comunicados a la familia y al psicólogo. Según Winnicott, y le encuentro razón, el caballo es un puente entre la realidad interna del infante y la realidad empírica, gradualmente puede pasar de la omnipotencia del pensamiento y esa cáscara que le aísla del exterior a desarrollar una membrana más permeable. Así se dio un espacio para la comunicación y el intercambio. Así también lo replique en otros casos, transformándose en una experiencia creativa y reveladora de las posibilidades que cada ser encierra y de su manifestación cuando se posibilita su expresión y realización.

El círculo puede simbolizar, no solo las perfecciones ocultas del punto primordial, sino los efectos creados; dicho de otro modo, el mundo en cuanto se distingue de su principio. Los círculos concéntricos representan los grados del ser. Todos ellos constituyen la manifestación universal del Ser único y no manifestado. En todo esto, el círculo representa la totalidad. El movimiento circular es perfecto, inmutable, sin comienzo ni fin, ni variaciones; lo que lo habilita para simbolizar la temporalidad, que se define como una sucesión continua e invariable de instantes todos idénticos unos a otros... El círculo simboliza también el cielo, de movimiento circular e inalterable.

 “El más poderoso símbolo que nos re-une es el círculo”, independientemente de toda religión. Desde la antigüedad los clanes de nuestros antepasados se reunían en círculo alrededor del fuego, nos sentamos en círculo cuando queremos mirarnos, cuando queremos compartir. Considerando este símbolo, estamos considerando el yo unido con todo. El círculo representa la totalidad, todo lo que está adentro de él es una sola cosa, así el círculo se convierte en un templo; esto es su aspecto espacial. Cuando miramos a todo el horizonte y nos asombramos mientras giramos para ello, estamos viendo un círculo; y cuando lo hacemos así con el horizonte de nuestra espiritualidad, se entiende mejor al alma como un círculo donde todo confluye.
 Ahora analicemos el aspecto temporal del símbolo. El círculo es el símbolo por antonomasia de un ciclo, y nos da una imagen sin principio ni final, como es nuestro verdadero ser, nuestro espíritu. El círculo de la vida misma es un ciclo, las estaciones del año, las horas, los cumpleaños, las costumbres y tradiciones; vas a un lado y regresas, alfa y omega, la fuente y el destino. Es por todo esto que tengo la idea de que cada ciclo nos ofrece la oportunidad de volver a empezar pero con una perspectiva diferente si así se elige. Cada ciclo es la oportunidad de aprender la lección para poder elevarnos a un estado de conciencia de mayor plenitud. El círculo es un símbolo universal porque representa experiencia sucediendo todo el tiempo, es el ir y venir de la experiencia humana. De esa manera, experimentamos lo circular cotidianamente con la opción de mejorar en cada vuelta, y es por lo mismo que hago alusión a un mándala que representa en definitiva la desintegración de lo uno en lo múltiple y la reintegración de lo múltiple en el todo.

Así en caballos Terapéutas se trabaja en el círculo que adquiere la conformación del ‘’país de los pimientos’’.