El País de los Pimientos. Este es un espacio que se
construye dentro del marco y los conceptos de un modo de establecer nuestra
relación con los caballos que
denominaremos por ahora, ‘’El sendero de los caballos’’, este espacio es la
conformación de una realidad que se construye a partir de un
intercambio de intersubjetividades de aquellos que están involucrados en este
juego, es decir, alumno, profesor y caballo o usuario, caballo y terapeuta,
cada uno aporta elementos que se conjugan, dentro de este espacio sagrado y que
finalmente conforman un lugar, en donde se desarrollan las actividades
ecuestres y terapéuticas.
El espacio sagrado tiene por
efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y de hacerlo
diferente, estos espacios se revisten de signos, códigos y lenguajes que
indican la sacralidad del lugar, la orientación, las formas, las posiciones,
las conductas, revelando las dinámicas y los procesos de comunicación que
mantienen con otros espacios sagrados, los cuales proveen el equilibrio
necesario para la subsistencia de los individuos o grupos, esta perspectiva de
espacio sagrado corresponde a la realidad terrenal, desde donde se vinculan con
otros mundos, el mundo de la forma se alimenta de las deidades y del inframundo
para mantener el equilibrio natural.
El paisaje sagrado está pleno
de contenidos simbólicos y significados, que conforman un entorno natural y
humano, que ha permanecido históricamente dentro de los parámetros ancestrales
donde se insertan formas actuales que se integran al territorio generando
conceptos de desarrollo alternativos a las manifestadas hasta la actualidad.
Estoy convencido de que
guardamos patrones comportamentales y culturales que, tal huella genética,
heredamos de nuestros antepasados y permanecen en nosotros, en un estado
latente a la espera del proceso, situación o acontecimiento que los despierte y
los traiga al presente. A partir de esto subyace en nosotros un concepto de
territorialidad sagrada que nos conecta con otros territorios, con otras realidades
cuya singularidad y diversidad nos permite nuestra propia singularidad y
diversidad, nos permite ser y estar. Pensando en esta idea es que “El País de los
Pimientos” surge como un terreno en donde es posible que nuestra singularidad y
diversidad, quede soslayada como un rasgo de nuestra particularidad y no como
una condición ante el observador, que habita y observa dentro de ese mismo
espacio sagrado.
Este espacio es sagrado, en
cuanto que esta sacralidad está dada por ser un espacio del cual se entra y se
sale para la práctica de ciertos ritos y tareas que buscan reunir en torno a
una actividad que nos involucra espiritual, emocional, mental y físicamente, es
decir nos involucra integralmente como seres humanos. Esta territorialidad es simbólica y
cultural que se va construyendo y llenando por decirlo de una forma, poco a
poco en la medida que los participantes van aportando distintos elementos, en
algunos casos la riqueza de este espacio está determinada por la imaginación
principalmente de los niños o usuarios dentro de un espacio de convivencia y
aceptación incondicional, en donde las cosas no son buenas o malas a lo más
pueden ser erróneas y por lo tanto susceptibles de mejorar siempre. Es un
espacio de confianza y auxilio mutuo, de calidez y acogida siempre, es un lugar
para el bien-estar.
La propuesta se orienta hacia
la generación de un espacio de carácter intersubjetivo alternativo para la
co-construcción teórica, reflexiva, práctica y compleja que facilite la
comprensión del entorno global y personal, articulando las diversas
racionalidades y cosmovisiones presentes en los diferentes dominios de
existencia de los involucrados. Se trata de crear espacios de diálogo, reflexión,
debate y co-construcción, que permitan una nueva condición del saber, del saber
hacer, del saber ser y del saber estar, sin que se repliquen las relaciones de
poder asimétricas que han primado hasta el momento.
La persona, el usuario, dentro
de este espacio es, SER - ESTAR - HACER al mismo tiempo y su vivencia tiene
lugar dentro de un universo vivo, en el cual no hay nada inerte, por eso
el habla con la tierra, con el sol, las
plantas, los animales, la luna, las piedras, el cosmos. En este espacio todo es
posible. Esta realidad que podría
considerarse “imaginada”, "soñada", es por sobretodo
"vivenciada" en cuanto acontece dentro de un espacio atemporal pero,
que está circunscrito a un lugar físico determinado; la realidad está presente
en forma simbólica, más que en forma representativa o conceptual. La realidad
es soñada y a través del sueño es recreada, revelada, co-construida. Esta
co-construcción de la realidad se da en lo festivo-celebrativo, en donde se
hace más intensa, más vital, más vivencial y esto lo posibilita el juego y el
rito que ello implica.
Lo primordial aquí es entender
y asumir esto, como una forma de comprensión del mundo, como una nueva forma de
racionalidad, una que reconozca, que
dentro de este lugar sagrado, la realidad surge de la interrelación de los
elementos que la componen y los agentes que la co-construyen. Esta racionalidad
no separa, no fragmenta, no mutila la realidad; la relación sujeto-objeto es
inseparable, ambos son co-constructores de realidad. La realidad desde esta
cosmovisión no es ni lógica ni lingüística, es ante todo simbólicamente
presente, el símbolo predilecto es la realidad misma que se muestra como un
complejo de signos concretos y materiales que se refieren mutuamente unos a
otros. Dentro de este espacio todos podemos ser y eso es vivificador, tanto
como experiencia vivida y compartida, como experiencia co-construida.
La racionalidad, desde esta
mirada privilegia más los sentidos "no visuales": el tacto, el
olfato, el oído, el gusto; entre ellos el tacto es el privilegiado; por eso es
que el usuario "escucha la tierra, el paisaje, el cielo", siente la realidad;
se comunica con el caballo, desde la proximidad de la caricia de su mano o con
el cepillo de limpieza. No se ordena, se solicita, se pide colaboración y se
pide permiso para actuar. Es una racionalidad emocional-afectiva (de corazón),
el usuario piensa con el corazón y comprende a la realidad como interrelación, como
tejido en conjunto y no como fragmentos a ser reificados según una cierta
lógica lineal.
Conocer algo desde la
racionalidad propuesta significa realizarlo celebrativa, cósmica y
simbólicamente; se trata de una comprensión espacio-temporal al mismo tiempo:
las categorías temporales no son pasado, presente y futuro, sino antes y
después sostenidos por un espacio fuerte del aquí y el ahora, el "poder
del ahora"; antes y después están co-presentes. Se plantea una noción de
tiempo helicoidal, cíclico, por tanto lo que acaba da inicio a lo que comienza,
se funde un antes en el futuro con un antes en el pasado. El futuro no es algo
que viene y el pasado no es algo que se acumula detrás, en esa circularidad, es
más bien el usuario quien viene del futuro y va hacia el pasado. Esto está dado
por la circularidad del espacio diseñado, trabajar sobre el circulo, es como
transitar o dibujar un mándala, existen puntos por los cuales pasamos varias
veces y en los cuales podemos corregir la ejecución de nuestras tareas, pues
nos movemos en un tiempo circular y en un espacio que es espiral. Desde esta
racionalidad el tiempo-espacio es multidireccional; antes y después, el futuro está detrás y
pasado delante.
La racionalidad que aquí
propongo a diferencia de otras cuya base de generación del conocimiento y de
forma de organización del mismo es totalmente fragmentaria y mutilante, es una
racionalidad fundamentalmente relacional y vivencial; el "mito
fundante" es el de la relacionalidad vivencial y no el del orden.
La
relacionalidad se da en el marco de una cosmovisión de carácter múltiple, esto
es en el seno de una unidad entendida como diversa, son los tejidos en
conjunto, recíprocamente vinculados que se entretejen ellos mismos; es una
percepción relacional en la cual todos los elementos están integrados,
articulados, interconectados. El arjé, el principio es la relación, el ser, el
ethos es la relación o mejor dicho la relacionalidad es el todo, se trata de
una red de relaciones, de un permanente
en-redarse, de un tejido relacional, de una concentración relacional.
Ahora bien
dentro de este enfoque de la realidad que se construye en este espacio sagrado
o espacio de intersubjetividad, tenemos que concluir que esto es pensado como
“… un cierto 'modo de concebir la realidad', una 'manera característica de interpretar
la experiencia vivencial', un 'modo englobante de entender los fenómenos', un
'esquema de pensar', una 'forma de conceptualizar nuestras vivencias', un
'modelo (paradigma) de (re) presentar el mundo’’’ que nos permite posibilitar
la expresividad profunda de contenidos cognitivos, emocionales y afectivos que
se traducirán en formas de realización motriz.
La
relacionalidad es entonces de carácter hologramático e implica: reciprocidad,
complementariedad y correspondencia.
Son las
relaciones de convivencia entre las personas las que fundan este espacio educativo
- terapéutico. Es a instancias de la generación de este espacio relacional
humano que se pueden integrar dimensiones de contenido técnico o metodológicas,
siempre secundarias e instrumentales, en el uso que de las mismas hacen las
propias personas, siendo estas quienes deciden, según sus deseos y
preferencias, el sentido y la validez que han de tener dichas dimensiones.
Me queda
la impresión que en muchas de nuestras prácticas terapéutico – docentes
tendemos a transformar los fundamentos técnicos en, un fin en sí mismo,
perdiendo de vista que deben ser considerados medios, meras formas para el
logro de ciertos determinados propósitos. La generación de un espacio como el
propuesto, busca favorecer un encuentro y la habilitación de una red de nexos
en donde los involucrados en el proceso vivan y convivan en el bien-estar que
surge del moverse en una «autonomía reflexiva y de acción» que los hace
naturalmente responsables, libres y éticos.
Hacer posible, a través de la realización y conservación de tal espacio,
un encuentro humano en que uno mismo, el otro, la otra o lo otro resultan
legítimos «otros» en convivencia con uno, ampliando los espacios de plasticidad
conductual, es decir de modificación del comportamiento, de un modo de habitar,
de estar y de transformación congruente con el mundo que la comunidad trae a la mano en su vivir y convivir.
Los
contenidos emocionales, afectivos, cognitivos, sociales y culturales que cada
cual aporta, y me refiero al usuario, terapeuta e incluso caballo como agentes
involucrados en el proceso terapéutico se ponen en juego dentro de este espacio,
que es donde ocurre, sucede o acontece una realidad distinta a la realidad
personal o subjetiva que cada cual sostiene en su propio vivir, esta realidad
se da en un convivir que es transicional entre la realidad objetiva o
convencional y la realidad subjetiva o personal, no es ni una ni otra sin
embargo es tanto una como otra conformando el constructo de una realidad nueva,
que se expresa en una temporalidad distinta, anteriormente hablaba de un
espacio atemporal, pero es más preciso hablar de un tiempo diferente que sucede
en el presente, un presente continuo y cambiante en tiempo cero, que podemos describirlo
como un siendo o sucediendo, es allí donde
somos, en una libertad y autonomía que solo es posible en un espacio de
convivencia acordada en el respeto y la legitimidad. Es en esa libertad que esta comprensión de
desarrollo humano asistido por caballos queda configurada como una invitación a
ver que todo el vivir humano ocurre como tal en las relaciones humanas en la
continua creación de mundos, y que pueda transferirse en el simple convivir. A
través de la generación de este círculo sagrado es posible construir una
racionalidad nueva que explique y describa desde la experiencia, una realidad
también nueva, en donde el ser se afiance, crezca y se desarrolle y desde allí
pueda manifestarse en el vivir, y desde la comprensión del vivir y del
convivir, pueda transferirse a otros dominios de existencias, a otros ámbitos
del quehacer humano, ver que la realidad pertenece al explicar del vivir y el
convivir humanos.
La
construcción del “País de los Pimientos” se debe a la intención de poder
establecer un lugar donde conjuntamente con uno de los usuarios de caballos
terapeutas, portador de trastorno generalizado del desarrollo,
conformar una zona de encuentro. Estimulado por algunas lecturas de Winnicott,
es que me di a la tarea de buscar la fórmula que lo permitiera. La existencia
de un corral circular me dio la idea de un espacio mandálico, que debíamos ir
llenando con todos aquellos elementos que nosotros consideráramos pertinentes o necesarios, dicho espacio
estaba rodeado de montañas, plantas, aves, mariposas, caballos, curiosamente
los humanos aparecimos tardíamente. Repasando una tarde, en una de las
sesiones, lo que ya había dentro de este espacio, es que descubrimos que los
árboles que rodeaban este corral circular eran casi todos “Pimientos”. Así
surge el nombre, cuando este usuario en cuestión me dice – ‘’ que esto parece
el país de los pimientos’’ y sobre el lomo de nuestro caballo recorrimos este
país cruzando ríos, atravesando laberintos (conos y banderolas). Descubrimos al
caballo con sus distintos estados de ánimo, su lenguaje corporal, siempre había
algo nuevo que aprender. Al tiempo después los contenidos que se aportaban en
ese país, fueron situaciones de colegio, de familia, de la imaginación,
recuerdos, conocimientos, que eran comunicados a la familia y al psicólogo.
Según Winnicott, y le encuentro razón, el caballo es un puente entre la
realidad interna del infante y la realidad empírica, gradualmente puede pasar
de la omnipotencia del pensamiento y esa cáscara que le aísla del exterior a
desarrollar una membrana más permeable. Así se dio un espacio para la
comunicación y el intercambio. Así también lo replique en otros casos,
transformándose en una experiencia creativa y reveladora de las posibilidades
que cada ser encierra y de su manifestación cuando se posibilita su expresión y
realización.
El círculo
puede simbolizar, no solo las perfecciones ocultas del punto primordial, sino
los efectos creados; dicho de otro modo, el mundo en cuanto se distingue de su
principio. Los círculos concéntricos representan los grados del ser. Todos
ellos constituyen la manifestación universal del Ser único y no manifestado. En
todo esto, el círculo representa la totalidad. El movimiento circular es
perfecto, inmutable, sin comienzo ni fin, ni variaciones; lo que lo habilita
para simbolizar la temporalidad, que se define como una sucesión continua e
invariable de instantes todos idénticos unos a otros... El círculo simboliza también
el cielo, de movimiento circular e inalterable.
“El
más poderoso símbolo que nos re-une es el círculo”, independientemente de
toda religión. Desde la antigüedad los clanes de nuestros antepasados se
reunían en círculo alrededor del fuego, nos sentamos en círculo cuando queremos
mirarnos, cuando queremos compartir. Considerando este símbolo, estamos
considerando el yo unido con todo. El círculo representa la totalidad, todo lo
que está adentro de él es una sola cosa, así el círculo se convierte en un
templo; esto es su aspecto espacial. Cuando miramos a todo el horizonte y nos
asombramos mientras giramos para ello, estamos viendo un círculo; y cuando lo
hacemos así con el horizonte de nuestra espiritualidad, se entiende mejor al
alma como un círculo donde todo confluye.
Ahora
analicemos el aspecto temporal del símbolo. El círculo es el símbolo por antonomasia
de un ciclo, y nos da una imagen sin principio ni final, como es nuestro
verdadero ser, nuestro espíritu. El círculo de la vida misma es un ciclo, las
estaciones del año, las horas, los cumpleaños, las costumbres y tradiciones;
vas a un lado y regresas, alfa y omega, la fuente y el destino. Es por todo
esto que tengo la idea de que cada ciclo nos ofrece la oportunidad de volver a
empezar pero con una perspectiva diferente si así se elige. Cada ciclo es la
oportunidad de aprender la lección para poder elevarnos a un estado de
conciencia de mayor plenitud. El círculo es un símbolo universal porque
representa experiencia sucediendo todo el tiempo, es el ir y venir de la
experiencia humana. De esa manera, experimentamos lo circular cotidianamente
con la opción de mejorar en cada vuelta, y es por lo mismo que hago alusión a
un mándala que representa en definitiva la desintegración de lo uno en lo
múltiple y la reintegración de lo múltiple en el todo.
Así en caballos
Terapéutas se trabaja en el círculo que adquiere la conformación del ‘’país
de los pimientos’’.