lunes, 24 de junio de 2013




Sé que tengo que morir, por eso vivo
(En busca de  la libertad)

Haz sentido encontrarte en un punto sin una razón aparente, pero con la conciencia de que es el lugar donde debes estar. Estás ahí porque sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar pero lo percibes, ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, es como si todo tu cuerpo, cada célula en él supiera, lo que tú piensas que no sabes y sin embargo estas ahí, pues bien déjate llevar, rompe los designios, cambia las estructuras de tu realidad, comienza a vivir…

Estamos hechos para el movimiento, si observamos nuestro cuerpo, desde una perspectiva fisiológica, biomecánica, social o la que se quiera, la movilidad es el propósito de sus operaciones.
Esta no es una idea nueva es más bien una formulación que acompaña al ser humano desde los albores de la humanidad, desde los tiempos cuando se comprende y se aferra a la certeza de la existencia de un ser supremo absoluto, único y total, que es la raíz de todo lo que existe, desde donde surge nuestra esencia y a donde se regresa, inimaginable en su grandeza por nosotros. Cuando se comprende que su primer aspecto es el Poder; luego  el Verbo y después el  Movimiento (moción). El Poder, la energía generativa; el Verbo, el que contiene esa energía y la conceptualiza; transformándose en fuerza que  será contenida en la forma  y  la Moción, la actividad de esa energía y fuerza juntas, el movimiento.
La  teología Yoruba  radica  fundamentalmente en un Dios único, el cual creó todo lo que existe. De él partieron diferentes energías, que se encargan de cada detalle del Universo, estas son denominadas Irunmole y Orishas. Pero este es un aspecto común en las diversas religiones y mitologías que los pueblos de nuestro planeta. Lo que me hace sentido es que en la teología Yoruba, lo primero, antes de nacer, antes de encarnar, uno ya ha decidido que va a suceder en su vida, esto ocurre a través del ORI, (alma)  que es la manifestación del espíritu, en una realidad eteríca o astral que decide cual será su objetivo primordial en la nueva vida que tendrá. Utilizando las diferentes energías del Universo, podemos lograr más fácilmente el balance para llegar a ese objetivo final pre definido por nosotros mismos, esto es vivir la vida en armonía, con salud, bienestar y felicidad. Ya hecho físico, el ser humano está formado fundamentalmente por tres elementos: Emí (espíritu), Ori (alma) y Ará (cuerpo) que actúan conjunta e integradamente en la realización de su propósito, y además agregaría que este ser humano lo hace en el operar de su existencia y en el desarrollo de sus modos de vivir y convivir en el espacio relacional de su matriz biológico – cultural.
De esta forma es posible concluir que se está trascendiendo constantemente en la realización de sus propósitos, es decir se mueve hacia la consecución de las tareas que ello le demanda. Se culmina o se completa una etapa, edad o fase y se comienza otra, es actividad y movimiento siempre.
La trascendencia tiene conexiones con la palabra transgresión que es el acto de transgredir, es decir, de violar  un precepto, una orden, traspasar un límite. Es moverse de un mundo a otro, ampliar la mirada y la perspectiva. También tiene que ver con el verbo transitar que es la acción de pasar más o menos rápidamente de un estado a otro, de un asunto a otro, de una idea a otra. De esta manera la trascendencia supone un más allá del punto de referencia. Trascender significa la acción de salir, de pasar de dentro a fuera, de un determinado ámbito, superando su limitación a clausura. De acuerdo a esta idea entonces entenderemos como trascender,  a toda aquella actividad o movimiento que nos impulsa a realizarnos en el cumplimiento de nuestros propósitos como seres espirituales o energéticos en tránsito por una realidad humana en un espacio relacional de una determinada matriz histórica – biológica y cultural. Entonces será                                normal por ejemplo cambiar de postura, cambiar de idea, buscar hacer cosas nuevas, es parte de nuestro ciclo evolutivo, es movimiento.
Trascender el yo
Trascender es, de entrada, abrirse al tú y a los demás. Este movimiento es connatural a la persona, porque, como ser social que es, siente el deseo y también la necesidad de interaccionar, de salir del recinto de su conciencia y abrirse a los otros. No puede crecer encerrada dentro de su mundo, necesita desarrollar su permeabilidad, extraer e integrar, transferir emociones, conocimientos y sensaciones, en definitiva, establecer ese flujo vital.
La trascendencia, entendida en este primer sentido, consiste en superar la tendencia a pensar en uno mismo, a calcular los propios intereses. Olvidarse de uno mismo, saber situarse en la periferia, reducir la propia relevancia, saber ser sirviente y marginal. Entender que hay un todo mayor que nosotros, más allá de tú y yo, que requiere ser respetado.
Esto nos supone dos cuestiones que resolver: 1) El problema de la importancia personal y  2) El problema del no hacer.
1.- La importancia personal es una típica actitud que observamos en muchos seres humanos, que se sienten y están convencidos de que son lo más importante del mundo, pensar que se es el centro de algún universo, es una ilusión, es tan ilusorio como ser dueño de la verdad. Debemos entender que no somos más importantes que todos aquellos seres o entidades que co – participan en el constructo de un espacio relacional definido y convenido de una matriz histórica – biológico - cultural determinada. Caminar hacia la libertad implica comprender profundamente que definitivamente no se es importante y tal vez nada, ni nadie es tan importante como para girar en torno a ello, aceptar esto nos permite poder observar más allá de nosotros mismos y mirar fijando la observación en distintos o variados puntos de vista, es una forma de abrazar la totalidad. Comprender la totalidad no como un hecho observado sino como una cuestión vital, que nuestra vida es en la totalidad, se acontece allí, es un conocimiento que otorga un gran poder sobre las cosas, pero la virtud no está en conquistar el mundo que se  habita a través de este conocer, sino en el acto de humildad que implica atreverse a enfrentar las realidades más allá de los parámetros considerados normales, actuando con responsabilidad y respeto. Cuando se deja de ser el pensador de esas realidades y se comienza a ser el observador de los acontecimientos que se desarrollan y conforman esas realidades, se avanza hacia la libertad.
2.- El no - hacer, esto es algo que tiene que ver con el respeto al desarrollo de los propios modos de vivir de cada ser que habita un determinado espacio relacional.  Si retomamos la visión Yoruba entenderemos que la vida que vivimos es una vida que cada uno ha elegido, ha pre – definido y por lo mismo es una vida que debe vivirse hasta resolver y superar los aprendizajes. Por otra parte solo vivimos las consecuencias de nuestras decisiones, es por esto que el no - hacer es una actitud de respeto hacia la vida que el otro de una u otra forma ha decidido vivir.
Ahora la intervención  desde el no hacer solo puede darse en el contexto de una solicitud, de una ayuda, pero de una ayuda que es solicitada cuando el otro comprende que en la resolución de su propósito, requiere del concurso de un tercero, entonces, solo entonces uno puede intervenir en la vida del otro, esto es desde dar una simple opinión, participar en la toma de alguna decisión o actuar físicamente en la realización de una tarea, muchas veces ya en este nivel de participación está también implícito el cumplimiento de la propia misión.
No estamos obligados a estar haciendo algo siempre y es que nos creemos tan importantes que debemos estar haciendo algo siempre, porque creemos que alguien lo necesita, porque le hace falta, por último porque no es capaz de hacer algo solo, me pregunto quién nos ha dado la autoridad de juzgar de esa manera, ¿Tan importantes somos?.
No - hacer implica dejar que las cosas sucedan, porque tienen que suceder, porque el flujo vital debe transcurrir en el devenir del universo  y de la vida misma a través de los cauces que el mismo universo ha pre – definido, en el espacio relacional que constituye nuestro sistema solar, incluso los otros sistemas que actúan en relación con él  y así como es arriba es abajo, en nuestro espacio relacional intimo sucede lo mismo, es nuestro deber dejar que las cosas sucedan como tienen que suceder para que se cumplan los diversos propósitos de todos y cada uno de los que intervienen y tienen injerencia en la evolución de dicho espacio relacional dentro de una determinada matriz histórica – biológico – cultural
El no - hacer, es no interferir en los procesos de otros toda vez que al hacerlo se asumen obligaciones que no corresponden, terminando atrapados.
Ahora no hacer no implica no actuar, esto sería inmovilidad y por ello estancamiento, no se avanza o no se crece. Existen ciertas circunstancias que ameritan la intervención, pero cada situación conlleva siempre las circunstancias que ameritan porque esta debe ser intervenida y en esos casos el llamado es hacer lo que se debe hacer, hacerlo correctamente y de manera impecable, en el momento oportuno, ni más ni menos, no antes o después. Esto nos conduce a convertirnos en observadores, al observar aumentan las condiciones para entender los procesos que definen las circunstancias que conforman la realidad en la que estamos inmersos, de la cual por supuestos somos co – constructores.
Ahora cualquier acto, aunque solo sea a nivel de pensamiento es una intervención en el espacio relacional humano en el que estamos participando, nos estamos moviendo en ese espacio y estamos interactuando, en cuanto somos en ese espacio, en cuanto formulamos un juicio o manifestamos una opinión en torno a algún aspecto de la realidad que se está construyendo en ese espacio, pues de una u otra forma estamos interviniendo, entonces al hacer, estaríamos modificando o alterando el orden de  acontecimientos y el natural desarrollo de procesos evolutivos propios de los involucrados en dicha realidad. Nuestra intervención debe ser medida y respetuosa, de otra forma podemos desencadenar sucesos de los cuales debemos hacernos responsables y aceptar dichas consecuencias sin quejas. Tenemos que entender que la imagen de un mundo estático y objetivo ya no es más desde el momento que nos damos cuenta de que cada uno es protagonista de la realidad que construye, por tanto intentar tener el control de algo en constante cambio, nos convoca más a considerar la incertidumbre de la impermanencia de las cosas y adaptarse a los cambios que conlleva nuestro propio vivir.
Luego de experimentar y tomar consciencia de la impermanencia de todo, de que en la vida todo responde a “ciclos”, que la seguridad no existe, y que todo cambia constantemente, ser el “observador”, es el rol que debemos cumplir,  permitiendo que las situaciones “sean”, aprendiendo de ellas. Desde el lugar del observador, se puede ver que, aunque la personalidad esté “movida”, el Ser es inmutable, que independientemente a que la situación sea agradable o adversa, hay algo de trasfondo, Centro, Ser, Consciencia, o como queramos llamarle, que no es afectado por nada; no obstante para que eso que somos se trasluzca cada vez más, hay que trabajar en la integración de la personalidad, para luego poder trascenderla; no eliminarla, sino ir más allá de ella.

La desidentificación para liberarnos.
En nuestra existencia, necesitamos constantemente estar en movimiento, interesarnos por las cosas, fijarnos objetivos, depositar nuestra confianza en algunas personas, tener esperanzas, éxitos en distintas áreas de la vida, o sea que, tenemos la sensación (ideas) que para vivir plenamente, debemos tener ilusiones, proyectos, adherirnos a ideas sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la vida. Luego, frecuentemente, la experiencia nos enseña con dolor que las cosas no salen como habíamos imaginado, soñado, previsto, que todo ese entusiasmo, ilusión y confianza, se convierten en desilusión, desengaño, frustración. Al no funcionar bien las cosas, tenemos la sensación de que nosotros tampoco funcionamos bien, que tarde o temprano llega el desengaño y entonces nos cerramos a la espontaneidad afectiva y adoptamos una actitud de desconfianza, escepticismo y encogimiento.
El principal problema es la identificación. Nos identificamos con las cosas que hacemos, con las que percibimos, con las que pensamos, sentimos y vivimos. Identificarse significa que uno confunde la propia realidad de sí mismo con la realidad de la cosa.
Tenemos una ingrata tendencia a identificarnos con las cosas y ahí surge la posesión como una forma de identificación, es decir que lo que poseemos creemos que nos proporciona identidad, entonces pensamos que nuestro auto, nuestra casa, nuestro reloj, nuestro teléfono celular, la ropa que vestimos nos da identidad y nos hace personas, pensando que somos aquello que poseemos.
Otra forma de identificación tiene que ver con  fenómenos internos y con la tendencia a creer que somos, aquello que sentimos o experimentamos en nuestro cuerpo, dolor o placer, viviendo en función de eso, llegando a extremos enfermizos  y todo lo miro en función de ese dolor o ese placer.
Nos identificamos con los sentimientos, si estoy entusiasmado con algo, me creo ser todo yo el entusiasmo, y negar ese sentimiento, sería como negarme a mí.
Con las ideas ocurre algo similar, si observamos en la vida diaria, cada persona defiende sus ideas y hasta discute por ellas, no como una idea que tiene, sino que como si cada uno fuese esa idea.
Fundamentalmente, nuestro Yo, no es ninguna de las cosas con las que nos identificamos, y esto aunque es muy claro y muy evidente, no siempre es fácil de realizar. Somos el cuerpo, pero no solo cuerpo, que es algo que está en constante renovación. Yo soy el mismo sujeto con este cuerpo que tengo ahora, que hace años. No soy las sensaciones, porque van y vienen; tampoco soy las ideas, que cambian continuamente; y, sin embargo, siempre soy yo quien tengo ideas, sentimientos, cuerpo….
Si me observara, vería que en cada momento me adhiero a algo diferente, y el hecho de que me identifique con una cosa y luego cambie y me identifique con otra, me indica que no soy ni la una, ni la otra. Confundimos constantemente la realidad intrínseca del Yo con las cosas, con los fenómenos, con lo que vive y experimenta el yo, con la Forma.  Esta fuerte tendencia a la identificación, nos trae serios problemas, ya que es la causa de todos los desengaños, desilusiones y preocupaciones, que provienen de una ilusión previa.
La identificación con la mente,  con nuestras emociones es otro aspecto que debemos superar para liberarnos. Nos hacemos adictos al pensamiento, confundimos nuestra identidad con el contenido y la actividad de nuestra mente. Creemos que si dejamos de pensar, dejaríamos de ser. Nos formamos una imagen mental de nosotros mismos, un yo idea, el ego, que sólo puede funcionar mediante el pensamiento constante. El predominio de la mente, es sólo una etapa más en la evolución de la consciencia. El pensamiento es sólo un aspecto menor de la consciencia, no puede existir sin ella; pero la consciencia no necesita del pensamiento, está por encima de él. El pensamiento, por sí solo, desconectado del campo de la consciencia, se convierte en algo insano, destructivo. La mente es básicamente una computadora para sobrevivir, recoge y almacena datos, analiza información, ataca o se defiende de otras mentes, etc, pero carece de creatividad. Existe una inteligencia mucho mayor que la mente, si observamos cómo funciona el cuerpo, la naturaleza en general, nos damos cuenta de esta inteligencia que opera. Cuando la mente vuelve conectar con esa inteligencia, se convierte en una herramienta maravillosa, porque está al servicio de algo mayor que sí misma.
La mente no es sólo el pensamiento, sino también las emociones y las reacciones inconscientes, tanto mentales como emocionales. Las emociones son el reflejo de la mente en el cuerpo. Si nos sentimos agredidos, el cuerpo desencadena una serie de sustancias químicas que darán lugar al enojo; si nos sentimos amenazados física o psicológicamente, el cuerpo se contrae y sentimos miedo; si la situación es grata nos sentimos alegres. Estos cambios bioquímicos que se producen son el producto de la emoción. En general, no estamos conscientes de todas las pautas de pensamiento, y en ocasiones, sólo podemos traerlas a la consciencia mediante la observación de las emociones. Cuanto más nos identificamos con el pensamiento, con lo que nos gusta o nos desagrada, con nuestros juicios y nuestras interpretaciones, más fuerte es la carga emocional, si no podemos sentir las emociones y nos desconectamos de ellas, las acabamos sintiendo a nivel físico. Un fuerte patrón emocional inconsciente, puede llegar a manifestarse como un suceso externo que parece ocurrir por azar, ejemplo, una persona con mucha ira, sin expresarla ni ser consciente de ella, puede ser atacada verbal o físicamente por otras personas iracundas, sin razón aparente. Una emoción suele ser un patrón de pensamiento ampliado y energizado, como generalmente su carga energética es abrumadora, da la sensación que se apodera de uno y nos identificamos inconscientemente con ella (si uno no observa y no es consciente), la emoción se convierte temporalmente en uno y se crea un círculo vicioso entre el pensamiento y la emoción que se nutren mutuamente. Todas las emociones son ramificaciones de una emoción básica, que tiene su origen en la pérdida de consciencia de la identidad real, de la desconexión del Yo central, del Ser. Se parece al miedo, a una sensación de estar bajo amenaza continua y una sensación de abandono y falta de plenitud, quizá podríamos llamarlo simplemente dolor. Una de las principales tareas de la mente es luchar contra el dolor emocional e intentar eliminarlo, por eso su actividad incesante, pero sólo consigue calmarlo temporalmente, y cuando más lucha por liberarse del dolor, éste aumenta, esto es porque la mente no puede encontrar la solución, ya que ella es parte del problema, así el ser humano no puede liberarse del dolor, no puede vivir el bien estar de la libertad, pues se sigue identificado con los fenómenos de la mente, aferrado a las ideas, emociones a imágenes autoimpuestas, a creencias acerca de si mismo que van generando ataduras, que observadas conscientemente son solo aspectos de una realidad, pero que no son esa realidad, son una característica pero no una condición de esa realidad y esto sucederá mientras se siga espiritualmente inconsciente.
Asumir la responsabilidad de lo que me ocurre.
Somos responsables de lo que pensamos y lo que sentimos, esto nos lleva a hacernos responsables de lo que hacemos o no hacemos y no es culpa de los demás. Esto es un gran avance para dejar de ser esclavos de nosotros mismos, de que todo lo que estamos viviendo es producto de nosotros, de nuestros pensamientos, de nuestras emociones. Vamos guardando un dolor por aquello que creemos falsamente que los otros nos han hecho. Vamos guardando un sentimiento de injusticia, de insatisfacción y eso nos hace muy infelices y esclavos. Tenemos que darnos cuenta de lo importante que es aceptar lo que sucede y que eso es parte de nosotros, que en el presente podemos resolver todo. No podemos corregir el presente solo podemos aceptarlo, vivirlo, sentirlo. Ahora sin duda que esto es algo que debemos aprender a resolver, pero ¿cómo?
Cuando acepto lo que me ocurre, cuando acepto mi vida comienzo a aceptar la vida de los demás y admirarme de su propios procesos de vida. De poder ver como en el otro la vida va tejiendo sus senderos evolutivos, de cómo resuelve su relación con el sufrimiento, entendiendo que no es la vida la que trae sufrimiento y opresión, que no es el escenario el que porta dolor, sino que ello está en la interpretación que  hago de ese escenario.
Vivimos como aquello que creemos que somos en vez de vivir como aquello que realmente somos, vivir como aquello que creemos, es vivir sin asumir la responsabilidad de nuestra vida, siendo una víctima de las circunstancias, responsabilizando a otros de lo que me pasa, esto es no ser parte del problema, y creemos que así resolvemos nuestra vida, pero lo cierto es que al no ser parte del problema tampoco puedo ser parte de la solución,- no soy responsable de mi vida, no tengo poder sobre ella, no elijo mi vida-. Somos esclavos, dependientes de las circunstancias, a merced de una realidad que nos subyuga, de consecuencias que nuestras propias acciones han generado, somos presas de nuestros propios temores y negaciones. En ese camino vamos hacia el otro lado, pues nuestra misión es realizarnos como seres humanos y esto implica vivir en la realidad y en la dinámica de, yo soy responsable de mi vida y así estoy en ejercicio de mi libertad.
El miedo como base de nuestra opresión.
El miedo que se siente es la amenaza que se piensa, lo leí alguna vez por ahí y en esa frase se encuentra la raíz de nuestro drama, al igual que otras emociones como la ira, la envidia, la tristeza no son negativas en sí mismas, lo que se vive negativo, es una falta de desarrollo de lo positivo, así como la oscuridad es ausencia de luz. La identificación con el cuerpo y la mente, es el generador de todos los miedos.  Creemos que la verdad es lo que aparece como forma, y nos olvidamos de la No-Forma, de la fuente de donde está surgiendo y de la substancia de la que está hecha, que es la misma que la de la fuente. Somos también cuerpo y mente, pero no como realidad absoluta, sino como realidad relativa que aparece en el espacio-tiempo y allí volverá a diluirse. Al ignorar que somos la vida de donde surgen todas las formas y las sustenta, se convierte en miedo, al confundir la vida con las formas. Nos quedamos en los aspectos ignorando las intenciones y lo vital es considerar todo, nos hemos ido convenciendo de que el universo es dual, pero nuestra  mente analítica y monádica nos juega una mala pasada y nos impulsa a negar o reprimir una parte de nuestro universo escogiendo una opción y lo cierto es que el universo si es que es dual, vendría a ser unidual o dialógico. Pues cómo puedo entonces, definir lo positivo si no es función de lo negativo, cómo puedo definir aquello que es sino es en función de aquello que no es. Al decir que el universo, nuestro universo es dialógico estoy aseverando que su constitución es dual y por tanto su unidad radica en la dualidad que lo constituye. Debemos comenzar a entender que la unidad no es el uno en sí mismo, sino que la totalidad en sí misma, con todos sus aspectos constitutivos en relacionalidad. El ignorar que somos la vida de donde surgen todas las formas y las sustenta, se convierte en miedo, al confundir la vida con las formas comenzamos a depender de ellas y en eso vamos entregando parte de nuestro ser, vamos hipotecando nuestra libertad, vamos transformándonos en esa forma que escogemos o con la cual nos identificamos. Si trasciendo las formas, descubriré los orígenes de donde surge todo, lo que somos en última instancia, aquello que no cambia. Ese darse cuenta, es avanzar hacia esa verdad que nos vive, la atención en sí misma; la atención es presente, instante, sin pasado que es memoria de experiencias vividas, ni proyección de futuro que viene del pasado: es el aquí y el ahora, donde se diluyen todos los problemas que surgen de vivirse como objeto y no como  hacedor autónomo  y  responsable de sus actos, absorbido por el bien y por el mal, viviendo la culpa de ser menos; impidiendo vivir la verdad.
De la identificación con la forma, surge el miedo a perderla y también los apegos a todo lo que da placer, ya sean personas, situaciones, dinero, sexo, comida, posición social, etc. Si me sitúo más allá de las cosas, viviré su verdad. No es lo mismo las cosas como verdad, que la verdad de las cosas. Las cosas como verdad, es el error de donde surgen los deseos, el dolor, el miedo. Lo cierto es que no hay una amenaza al Yo real, que es la fuente de donde surgen las cosas, su vibración es la acción, el amor, la inteligencia, que generalmente las personas nos las atribuimos como propias, sintiéndonos orgullosos de ello en ocasiones, y avergonzándonos en otras, como si fuéramos algo aparte del resto del universo; como si no tuviéramos nada que ver con esa fuente original; cuando todo lo que sucede, es el funcionamiento de la totalidad impersonal. Como existencia, no somos aparte del mundo, somos el manifestador y lo manifestado, el vividor y lo vivido, el que ve y lo visto, el que ama y lo amado. En esta vivencia de unidad con todo y la realidad del ser, el miedo no tiene lugar.
Aceptar no quiere decir resignación.
Cuando digo que nuestro mundo es dialógico, reconozco su aspecto diverso, compuesto de variadas dualidades, normalmente nos han educado para tomar opciones con respecto a esas dualidades, sin considerar los efectos de rechazar o negar aquella que no hemos escogido, desconociendo su influencia desde las sombras, pues al tomar una opción no estamos eliminando la otra, solo la estamos escondiendo, puesto que tanto una como otra se potencian, se complementan, se determinan constituyendo la totalidad de la realidad en la que estamos insertos, contrariamente a lo que se piensa en algún momento estas aparecen y se proyectan a nuestra cotidianeidad ya sea como una enfermedad, o como un estado emocional alterado que nos genera una crisis en nuestro vivir. La crisis puede ser una oportunidad de autoconocimiento, de resolver dudas, de superar temores, de ver qué necesitamos realmente, de averiguar por qué estamos donde estamos, hacemos lo que hacemos y nos vemos como nos vemos, una oportunidad de cambiar de paradigma, de replantearse la vida adoptando nuevas ideas, creencias, que nos ayuden a crear una vida más saludable, confiando en nuestras capacidades. Cuando hay crisis, hay movimiento, si nos movemos con el cambio y nos enfocamos en la oportunidad en vez de centrarnos en las dificultades, podremos mejorar aspectos de nuestra vida. Es necesario aceptar lo que es, ya que esto nos libera de la identificación mental y nos vuelve a conectar con el ser.
Aceptar no quiere decir resignarse o conformarse, no quiere decir que no emprendamos las acciones oportunas para cambiar la situación, si se puede. Aceptar significa integrar aquellos aspectos de mi vida entendiendo que son parte de él, que tienen un mismo origen y no identificarme con ellos, sino que  trascender su realidad, en este proceso la vida fluye casi mágicamente y las cosas van cambiando conforme a nuestras necesidades. El secreto es el desapego, no aferrarse a las cosas o situaciones, no identificarse con ellas. Aceptar es no aferrase a las cosas, así se supera el temor y la inmovilidad. Al trascender la realidad formal de las cosas comenzaremos a entender  la relacionalidad de la vida expresada en la totalidad de la existencia de nuestro ser. Un ser que influye y es influido en constante intercambio con su entorno.
La Relacionalidad.
La verdadera divinidad es el vacio, es ahí donde todo puede ser, todas las formas y no-formas solo pueden ser en el vacío y la manifestación de esa divinidad es la relacionalidad, el hilo unificador entre todo aquello que existe, y que solo es, en cuanto que es, en virtud de la relación que existe entre ellos.
Pensar la relacionalidad, es inferir que existe una conexión entre todo lo que es,  y que una persona es, en sí misma, en la medida que se relaciona con otra. Pensarse como un individuo aislado e independiente, es vivir en la angustia de la inmovilidad y no hacerse responsable, ni entender que cada uno de nuestros actos tiene consecuencias que involucran a otros, para bien o para mal. Que  todo está relacionado con el todo. Existe en el devenir de nuestra cotidianidad una experiencia  que es dialógica, relacional, complementaria e inclusiva. Sustentada en la manifestación de pares inseparables, una dualidad que es expresada en la complementariedad, la correspondencia y la reciprocidad. De esta manera el ser humano surge como un puente dentro de todo orden cosmogónico y cuyo orden es entendido como parte de un todo más grande, donde existen diversas interacciones de significaciones y cada cual tiene el potencial de condicionar a otras, en una red lingüística – conceptual que es la base de una matriz biológico-cultural que conforma y define el mundo en que cada uno opera, el dominio existencial en que cada cual vive. Desarrollar nuestro vivir y convivir ajenos a esta relacionalidad, es una de las tantas maneras en que nos vamos entregando a la pérdida de libertad. De alguna forma el ser humano al verse enajenado de su condición de ser gregario, experimenta una carencia que intenta suplir a toda costa. La ausencia de vínculos fuertes y duraderos, de lazos afectivos va empujando a muchos de nuestros congéneres hacia prácticas, comportamientos o actitudes de apego a cualquier forma, ya sea cosa, pensamiento o emoción que remplace esa carencia, finalmente terminamos entregando nuestra libertad y enredándonos en una trama de sustitutos que nos domina plenamente.
Somos colectividad y particularidad, unicidad y totalidad, somos una parte en conexión con el todo, pero a su vez integramos ese todo. Esta conexión es un enlace a través de una estructura reticular, como una gran telaraña que es nuestra matriz biológica - cultural  cuyas redes nos permiten conectarnos y contactarnos estableciendo relaciones para ello. Las redes están y están establecidas en virtud de que somos parte integral de todo y por lo mismo en virtud de ello estamos en relación con ese todo. Estas redes pueden estar activas o inactivas y dependiendo de ello las relaciones pueden ser actuales o no. Una red se activará cuando alguno de los agentes conectados, manifieste la intención de contactarse con otro, al activar la red pone en vigencia la relación entre uno y otro. Hasta aquí la relación, que siempre existe, está vigente pero incompleta, pues está dada unívocamente, en un solo sentido, existe conexión pero no contacto. Pero independiente de ello, las conexiones que componen esta trama, están abiertas y pueden ser ocupadas consciente o inconscientemente y por ello nuestras acciones tienen más consecuencias que las que podamos preveer. La relación entonces será completa y por lo tanto actualizada cuando se obtenga una respuesta del otro, estableciéndose el contacto, así la relación se da biunívocamente, ahora la relación estará vigente y además actualizada, cuando exista intercambio y por tanto una complementación dialógica a través de este acto. El acto es el momento espacio – tiempo continuo donde sucede este intercambio y se actualiza la relación de una manera dialógica y recursiva. Por otra parte la dialógica hace referencia a la dualidad, asocia dos términos, dos energías o dos fuerzas a la vez antagónicas pero que son  complementarias pues en su constante devenir y correspondencia concurren en la conformación del todo, ejemplificándose esta realidad en todo el universo. La unidad esta en el todo y el todo está en la unidad, pero es a través de la dualidad que se constituye como totalidad, que a su vez solo a través de la dualidad en eterna confluencia dialógica se configura como unidad. La dialógica hace referencia a la manifestación dialéctica concurrente en la evolución de dos  fuerzas opuestas que se complementan en vital armonía de tal forma que ambas dependen entre si y se transmiten integralidad,  de esta forma se manifiesta y realiza la sinergia universal. El proceso biológico según H. Maturana de ‘’la legitimidad biológica del otro, está siempre presente, pero producto de efectos socializadores amparados en la cultura patriarcal vigente, hombres y mujeres entran en la continua negación reciproca de su sensualidad y de la sensualidad de la ternura de la convivencia’’. Tarde o temprano se expresa y aflora la legitimidad biológica del otro cuando esto pasa se comienza a vivir una contradicción emocional con las consecuencias dramáticas como las que he referido en párrafos anteriores, el miedo y el sufrimiento. En tal sentido la dialógica de las relaciones humanas intenta superar este dolor, restaurando la legitimidad del otro en coexistencia con uno, en cuanto el uno no niega al otro, puede ser opuesto, divergente pero ambos concurren en la conformación de una totalidad y por tanto co-existen, se encuentran conectados, integrados y en relación. Por ello una concepción dialógica de las relaciones establece el respeto, la complementariedad, la igualdad y la fraternidad como valores predominantes de una cultura que determine relaciones de respeto y auxilio mutuo en una sociedad en dinámica armonía.
La Totalidad.
El universo es una totalidad viva.
El logro de la libertad es la manifestación de la totalidad en sí mismo, la totalidad en sí mismo es la reunión en plena conciencia de las dos energías componentes del universo, que denominaremos  la unidad dialógica, dos energías o fuerzas en tensión dinámica y complementaria, y que solo es posible expresar su realidad o existencia la una en virtud de la otra, son inseparables sin embargo definen aspectos distintos de nuestro universo, de nuestra constitución, de nuestra realidad. Se podría significar o signar estas energías como aquellas que dan existencia, una  al ámbito de las formas, aquello que es concreto, nombrable, mensurable y legible, y la otra al ámbito de la  no-forma, aquello que es abstracto, innombrable, inmensurable e ilegible.
El ámbito de la forma, es donde existe toda la organización unificada. Una existencia que en el ser humano empieza al nacer y termina al mo­rir; pues su proceso de vida, su realización del vivir requiere de un  espacio- tiempo continuo organizado para sostener su organización e identidad como ser. Requiere de un espacio conocido para crecer, desarrollarse y prosperar, pero también debe proyectarse a lo desconocido para trascender y retornar a los orígenes e iniciar nuevos ciclos de vida que es su propósito existencial, es decir depurar la energía que es, hasta ser diáfana, poderosa y creadora, es la sinergia del universo y nosotros como parte de él, no escapamos a su devenir.
Todo lo conocido o el ámbito de la forma está dado por el lenguaje, con el lenguaje podemos crear mundos y por lo tanto crear realidades, realidades que están enmarcadas por una matriz biológico – cultural en la que tácitamente todos hemos convenido desarrollar nuestro vivir y convivir. Ahora bien muchas personas viven bien en esa matriz, están aparentemente tranquilos y cómodos, su ego amparado en esa maravillosa maquina que es nuestro cerebro les permite vivir ‘’su vida’’ de una manera apacible y cuando aparece algún sobresalto o duda esa misma maravillosa maquina provee de imágenes e interpretaciones que mantienen el estatus quo, además de una serie de instrumentos que la propia matriz biológica –cultural, como un macro sistema genera instituciones para sostener su propia organización y estructura, pero a pesar de la eficiencia de estos controles, el ser humano, algunos de tiempo en tiempo, viven la contradicción de estar en un mundo plano, que avanza inmisericorde, al parecer independiente de sus propios creadores, es allí cuando la necesidad de trascender irrumpe como insatisfacción y ahogo, buscando atravesar las barreras de la percepción y aventurarse en el otro ámbito: ‘’lo desconocido’’.
En el ámbito de la no-forma, entra aquello que es irracional y está dado por lo simbólico e imaginario, no puede ser certeramente descrito ni nombrado solo puede vivirse bajo la propia experiencia e incorporarse a la cotidianidad y al ámbito de la forma a través del sueño y el simbolismo, donde cada entidad es en cuanto que es por sí misma y fluye voluntariamente en su esencia exenta de figuras propias de nuestro mundo convencional de la forma, es la verdadera magia. Aquel aspecto de la vida solo es posible vivirlo y atestiguarlo, presenciándolo y fluyendo en él. Considerarlo, es decir integrarlo a nuestro vivir, nos lleva sin duda a cambiar nuestra formas de percepción, nuestros modos de relacionarnos, nuestros modos de desarrollar nuestro vivir, a partir de ello el mundo se re-organiza y la vida adquiere un real sentido de transitoriedad y finitud, la muerte entra a jugar un rol tan importante como la vida, como que es su contraparte, otra manifestación de la polaridad universal, ‘’sé que tengo que morir y por eso vivo’’.
En resumidas cuentas comienzo a transitar con un pie en cada vereda del devenir espacio - tiempo continuo. Vivir esta vida adquiere un valor preponderante en la medida que vamos integrando nuestro sentido de totalidad y de trascendencia y por tanto de libertad, como un asunto vital de nuestra evolución, de nuestro desarrollo como seres humanos y de nuestro crecimiento personal. Dejar atrás aquello que nos pesa y nos hace densos, soltar aquellas amarras, derribar aquellos muros, para abrirnos a la comprensión de un nuevo mundo, conquistar la totalidad en sí mismo es el gran paso hacia la libertad, pues ‘’para ser parte de todo no debo estar atado a nada’’. Esa es un conversión que debe partir en nuestro interior, es una experiencia personal, una realidad propia, que implica un intento inflexible de estar en pleno uso de nuestra voluntad, ‘’Tal como yo soy, yo decido, yo actúo, yo me hago responsable’’. Está claro que no es una vereda de andar fácil, y más claro está aún, que no todos podrán recorrerla, que algunos deberán ser empujados a dar los primeros pasos, todo ello por el temor a perder lo poco que se tiene, pero cuando se logra atisbar sobre el muro todo lo que se puede lograr, nuestra intención puede comenzar a cambiar.
Comenzar a creer que nuestra intuición es más que un presentimiento o corazonada, que es un conocimiento profundo y silencioso, que nos conecta con un aspecto de la energía del universo
Esto sucede cuando el  hombre convierte en objeto de realización a su propia constitución fisiológica, emocional y mental, mediante la conciencia de sí mismo, recobra su libertad intima y modela su vida. De esta forma es el espíritu, como totalidad reunificada en sí mismo,  lo que da al hombre su independencia y superioridad frente al entorno  y a su propio mundo interior. El espíritu gravita como YO SOY sobre lo biológico y lo psíquico, al conectarse con la vida. Así sostiene la vida y la vida es la única que puede poner en actividad y realizar la totalidad que es lo espiritual. El ser humano al objetivizar esto que es lo espiritual, que no es más que integrar en su quehacer cotidiano un elevado existir y su aproximación a lo absoluto a través de la praxis reflexiva y meditativa orientada hacia altos valores humanitarios, no hace otra cosa que alinear o reintegrar aquello que es lo espiritual, que en esencia son estas dos energías o dialógica en tensión dinámica de la forma y la no forma, en los otros aspectos constituyentes del ser humano, su ser esencial (yo soy), ser físico (yo estoy) y ser emocional (yo siento), esto es objetivizar o encarnar su espíritu, entonces tanto su entorno como su mundo psíquico o ser emocional, comienzan a ser parte de una sola realidad, ya no como algo independiente, sino como una co-construcción de algo mayor y total, así descubre por necesidad intuitiva la coexistencia de ambas realidades y a la vez descubre por esta misma necesidad intuitiva la existencia del ser por sí mismo, o sea el ser absoluto de la divinidad, la esencia del ser espiritual supremo.
 De este modo, la conciencia del ser del mundo,  la conciencia del ser de sí mismo  y la conciencia de ser por sí mismo, forman una indestructible  unidad sistémica y orgánica integrada e integral manifestada en una relacionalidad que da cuenta de una superioridad y totalidad sagrada. Este es un factor decisivo para exaltar la condición humana y aproximarse a lo absoluto, eterno y esencial.
En el contexto del desarrollo y crecimiento como seres humano podríamos decir que nuestro ser actual es un llegar a ser. No llegamos a ser como quien llega a un objetivo final, sino al estadio que comenzamos a transitar en el momento de mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros intereses inmediatos. Desde este punto de vista, desenvolvernos es un continuo llegar a ser, un proceso de comprensión por inclusión, por integración y aceptación acompañado de la plenitud implícita en cada avance que hacemos sobre el contexto que nos contiene y nos define. Como continuo, llegar a ser es, simplemente, ser ahora, en el eterno presente.
No nos es posible ni ser lo que fuimos ni ser lo que todavía no somos. Somos ahora. El quid del ser ahora es el contexto de nuestro ahora. Cuanto más abarca el contexto de nuestro ahora, más expandida es nuestra conciencia de ser.
En este proceso es el uso de nuestra voluntad la que nos dará el poder de dirigir, construir, comandar y realizar con la sabiduría de los dioses, que no es otra cosa que realizar nuestra espiritualidad en concordancia con las emanaciones del poder universal, la participación en el gran designio de la obra universal. Es decir correlacionar el Ego reconstruido, el mi psicológico y el yo espiritual (Yo soy) en el propio espacio –tiempo;  aquí y ahora.
Esto es lo único propio del ser humano su espacio y tiempo actual y es lo que debe aprender a controlar y hacerse participe del acontecer universal a través de su acción en ese propio espacio – tiempo, hablamos de su acción consiente, en posesión de sí mismo en el estado de haberse dado cuenta por sí mismo. Por ello esto es una experiencia personal que conlleva un acto de fe, de creer, de que todo es posible.

A modo de conclusión
A estas alturas pareciera que la libertad ya no es un derecho que se adquiere por el solo merito de nacer, pues al contrario, asoma como un don que se recibe luego de llevar una vida impecable, asumiendo cada tarea que se nos proponga de manera responsable, comprometida y a cabalidad, del estar consciente de los designios y desarrollar el poder de percibirlos y seguirlos sin cuestionamiento alguno, pues se asumen como un desafío digno de aprendizaje y desarrollo, que por supuesto cualquiera de nosotros puede asumir cumplir o no cumplir, aceptar o no aceptar, quizás como un único aspecto de la tan aspirada, pero temida libertad. Planteo ‘’temida libertad’’, pues si bien es algo todos o al menos muchos ansiamos, también no son pocos los que le temen, porque la libertad conlleva un alto grado de responsabilidad, de hacerse cargo, de cada decisión, de cada acto, de cada tarea que implica realizar un vivir y un convivir de una vida sobria y apegada a los valores universales del Espíritu. Aprender a vivir de manera sobria y disciplinada, sin dilapidar nuestra energía, tomar solo aquello que se necesita y dejar el resto para otros que también necesiten, cumplir el mandato existencial de todo ser vivo, crecer, desarrollarse, evolucionar y prosperar, pero entendiendo que se vive y convive en relación con otros, los seres humanos viven o vivimos en el convivir como personas con otras personas construyendo mundos que constituyen la localidad de nuestro vivir y convivir, de este modo la localidad de nuestro vivir  nunca es individual, siempre es la localidad del convivir de las comunidades que generamos y es allí donde vivimos nuestra responsabilidad. Nuestra responsabilidad es vivir nuestra relacionalidad en la localidad de nuestra existencia, en el sentir y ver que somos siempre miembros de una comunidad.
No pretender que nuestros descubrimientos sean verdad para todos, no observar despectivamente la realidad tal vez ilusoria en que nuestros vecinos desarrollan su vivir y convivir, pero tampoco olvidar que la soledad experimentada en nuestra conciencia tiene su contraparte en la colectividad de la relacionalidad que nos envuelve.  
Salir de un paraíso o de un infierno autoconstruido implica tener una fe ciega en los propios procesos, pero también en los procesos de los demás. No puedo obligar a los demás a ver mi verdad, pero si puedo compartirla si me lo solicitan, puede suceder que alguien más haya visto lo mismo. Ello supone un compromiso más allá de toda prueba, que obedece a un acto premeditado, a una estrategia que nosotros mismos hemos de diseñar y a la que cada cual debe entregarse de manera perfecta, precisa y cabal. Darse cuenta, vivir este sueño es algo reservado para algunos pocos no sé, cual sea el criterio que permita darse cuenta, pero sin duda tiene que ver con el grado de conciencia alcanzado y en ese sentido existen algunos más adelantados que otros. Lo cierto es que al final nos damos cuenta que estamos solos, cuesta encontrar alguien que siga tus descubrimientos a no ser que sea de tu mismo grupo de trabajo…La soledad es la eterna compañera de quien busca la libertad, no hablo de no sentir afecto o cariño, sino de que a pesar de amar, tener la más certera conciencia de que se está solo en este camino, que es un sendero que se debe transitar solo, es algo personal, habrá compañeros de ruta, pero los pasos solo se dan en la soledad de nuestra conciencia, de nuestra propia experiencia. Es nuestro propio creer el que va delineando este andar y por el hecho de ser propio es nuestro y es imposible de ser compartido salvo que por aquellos que puedan solo atestiguar ese tránsito pero, aunque lo comprendan, lo observen y estén allí, solo serán testigos del proceso.
Esta es la debilidad que podemos enfrentar en un proceso de esta índole, cuando se supera el miedo y se ha dejado de sufrir, el constatar ese sentimiento de soledad, es la sensación que nos comienza a acompañar, que surge del desapego, de la certeza de la muerte y de la profunda experiencia personal que implica experimentar la totalidad, a pesar de las muestras constantes de la relacionalidad.   Aunque esta sensación de soledad que se experimenta viene más por la paulatina y sistemática reducción de la compasión, que se comienza a vivenciar en la medida que aumenta el desapego, sobre todo con las personas, especialmente los seres queridos cuando se les deja realizar su propia vida, se les deja ser, siendo solo testigos de sus propios intentos, salvo que las propias circunstancias ameriten y nos llamen a intervenir, pero para eso tenemos que tener muy clara la totalidad y la relacionalidad de los hechos que atestiguamos, las causas, los propósitos, los actos y las consecuencias de la situación observada y que no exista ningún interés personal en aquello que nos convoca, solo así es posible intervenir sin traicionar el principio del no-hacer. Pero también implica por el otro, un profundo acto de amor y de respeto por el derecho a existir, a crecer, desarrollar su propio ser. Recordemos  ese concepto teológico Yoruba  que hacía referencia al principio de este escrito, uno cuanto ser espiritual traza por decirlo de algún modo el plan de su propia existencia en lo que será esta experiencia humana para su aprendizaje y evolución, escoge su lugar, su tiempo, su familia, sus padres para encarnar y poder vivir sus propios procesos evolutivos, nada está colocado al azar en nuestro camino todo tiene un propósito y está relacionado con nuestro crecimiento, que acto más amoroso puede existir en dejar que el otro sea por sí mismo, ser su testigo y tal vez tener el honor de poder guiarle.
Sin embargo este proceso, no siempre resulta bien comprendido y no será entendido en cuanto forma, pues su apreciación surge del otro lado, desde la no-forma, desde ahí es posible observar con total desapego el acontecer de cada cual y esto es lo que se hace en soledad, pues en cuanto observador de los otros aconteceres, uno solo puede ser testigo en un acto de amor hacía el otro para que pueda ser por sí mismo y nada más ser responsable por nuestro propio acontecer y cuando el propósito de nuestros propios quehaceres nos convoque en un mismo acto, aprovechar al máximo el instante de compartir y convivir en tal evento, pues en el trazado reticular de nuestra matriz biológica- cultural, los nodos que intersectan nuestras personales realidades pueden ser instancias socio-afectivas y de reunión. Ahora bien desde el mundo convencional (la forma) las iglesias, las comunidades  y grupos de autoayuda, han sido una respuesta ante la sensación de soledad. Es bueno saber que esta sensación es algo que si bien es cierto imposible de negar, es una sensación que proviene del mundo convencional, de haber nacido y crecido en una matriz biológico-cultural que nos impulsa a pertenecer a lo que sea pero estar dentro, esto es algo que es verdadero, pero hasta cierto punto, pues  es distinto ser en el mundo, que ser del mundo, en sus distintos roles y circunstancias nosotros acontecemos en el mundo, en cuanto forma o cuerpo, y ese ser es comunitario y social, pero ese es solo un aspecto de nuestro ser. La muerte y la soledad serán nuestras más fieles compañeras de viaje en busca de la libertad.
Al fin de cuentas vivir es morir y eso es algo personal e individual, aunque  todos estén pasando por la misma situación, en cuanto a experiencia solo me ocurre a mí, este acontecimiento sucede en un continuo espacio-tiempo determinado, definido por mi propio ser para la evolución espiritual, en un camino marcado con un propósito más allá de toda circunstancia como lo es abrazar la totalidad, la conciencia individual disgregada, en libertad absoluta y total, transformada en todo, ese es el camino, ese es viaje al cual todos asistimos, todo lo que hagamos en el transcurso, nos ayuda o nos retrasa, pero siempre será parte del  mismo proceso, puede ser radical, aterrador si se quiere pero es simple, aunque no fácil transitar este camino, todo esto implica atreverse a morir, atreverse a estar solo, en silencio y atento…


 





lunes, 14 de enero de 2013



CABALLOS TERAPEUTAS Y MONTA NATURAL

La monta natural es una monta basada en las reacciones y movimientos naturales del caballo. Por lo tanto, lo que se busca es una comunicación entre jinete  y caballo, entendida según la naturaleza equina. A través de esta monta se intenta favorecer el desarrollo de una armonía entre jinete y caballo. Una coordinación fluida y libre de tensión que el caballo quiere tanto, o incluso más que nosotros.  Este tipo de monta es notable por la confianza, sensibilidad y entendimiento del jinete o amazona.
Por el contrario, la monta que se realiza tradicionalmente, no tiene en cuenta las reacciones naturales del caballo, sino que se suele practicar  dándole órdenes que tiene que obedecer. La monta natural se realiza sin montura: bien a pelo o con una manta en el dorso del caballo. De esta forma, se establece un contacto directo entre el cuerpo humano y el del animal. Las cabezadas que se utilizan para el caballo son sin hierros en la boca, puesto que se pretende la máxima comodidad para él y para nosotros. Están demostrados científicamente los efectos negativos de los hierros en la boca del caballo. Sobre todo si el alumno es poco experimentado, pues cualquier desequilibrio o tirón en las riendas tiene repercusiones en la boca. De esta manera la relación se da libremente, en la confianza y la comunión, se desarrolla un mejor equilibrio a través de un asiento seguro y ajustado a los movimientos del caballo en una verdadera armonía y unidad con el caballo.
La práctica de la monta natural la puede realizar desde gente que no ha montado nunca, hasta jinetes experimentados. Estos últimos podrán descubrir  (si es el caso) los pequeños defectos que impiden que el alumno descubra progreso y placer.
El caballo es un animal muy distinto a nosotros. Su larga historia de ser un animal comido por depredadores (incluso, a veces, por nosotros) le ha dado una voluntad de vivir en seguridad y armonía con los demás en su manada, actuando para que todo le salga bien y cómodo, evitando problemas y coordinando sus movimientos con los suyos. Es tan generoso que nos acepta a nosotros, sus cazadores previos, si nos comportamos de manera adecuada, por supuesto, no como depredadores, sino dándole confianza, orientación y mostrando nuestro placer en hacer cosas juntos.
Se ha destacado que el aprendizaje para este tipo de monta es un aprendizaje guiado. Y no hay que olvidar que el verdadero guía es el caballo. Si no hay tensión ni fuerza en cómo le pides algo, y sale como quieres, estás comunicando bien; si no, hay que notar lo que ha hecho el caballo y de qué manera, y comunicar de otra forma. Hay que experimentar con la consciencia de que el caballo es, al menos, tan sensible como tú, y una presión o movimiento que resultara desagradable para ti, será igual para él.
Cuando el jinete hace las cosas de manera forzada, bloquea el movimiento del caballo. En estas sesiones se  insiste mucho en el equilibrio del jinete, porque cuando lo perdemos y rebotamos encima del caballo, también bloqueamos su movimiento. Una monta inadecuada puede provocar problemas al caballo, que van desde desestabilizarlo, confundirlo hasta molestarlo. Un  asiento inapropiado del jinete impide que el caballo ande bien y, finalmente, le produce dolor. Las manos insensibles del jinete provocan miedo al caballo, confusión y nerviosismo,  Y las reacciones confusas del jinete terminan confundiendo al caballo que, según cómo éste sea, se pondrá nervioso, insensible, enfadado o rebelde. El lenguaje corporal entre caballos es bien claro. Por eso el caballo requiere claridad en nuestras acciones.
A través de este tipo de monta se intenta establecer un nuevo modo de relacionarse con los caballos, que nos haga mejores personas y nos permita mejorar nuestras relaciones con los demás
Como se ha visto, la monta natural tiene muchísimas ventajas. En ella podemos descubrir sensaciones muy intensas gracias a los caballos, esos seres libres y hermosos llenos de paz.
En todas las sesiones de caballos terapeutas, ya casi no se usa silla, y se trabaja con boca libre.
LES ASEGURO QUE GALOPAR EN MONTA NATURAL SE TRANSFORMA EN UNA EXPERIENCIA LIBERADORA.